You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

martes, 8 de mayo de 2012

El hundimiento del Maine

Hay quienes pretenden que la obstinación en la mentira acaba por convertirla en verdad aunque sea sólo por el hastío final de los que tienen que oír la falsedad hasta la extenuación.
Pero al final la verdad resplandece. A menudo demasiado tarde, o con gran dolor, pérdida y desgaste. Pero resplandece. Aunque también es cierto que algunas de las cosas deterioradas por la interesada mentira no se recuperan jamás o lo hacen tan tarde que para generaciones enteras es como si no se hubieran reparado.
Pues hoy, igual que en el famoso hundimiento del Maine, no sólo nos quieren engañar sino que quieren volver la mentira contra nosotros culpando a quienes no provocaron el hundimiento.
Y no hablo del hundimiento del Maine, sino del naufragio premeditado al que la ideología neoliberal quiere conducir a todo lo público. Como aquellos piratas terrestres que apagaban los faros y encendían otras luces para con engaños llevar a las naves a los arrecifes y desvalijarlas.
Eso es lo que me parece que está ocurriendo en nuestros días ante nuestra propia pasividad. Hagamos pues memoria, esa palabra tan denostada por algunos.
En el Principio fue la idea: Thatcher y Reagan en los 80’ proyectando acabar con el Estado por su supuesta ineficiencia ante el sacrosanto dios de los mercados.
En los 90’, aprovechando seguramente ese momento de confianza y esperanza que supuso el fin de la Guerra Fría, los secuaces de aquéllos impusieron sin hacer muchas preguntas a los ciudadanos la desregulación indiscriminada, las privatizaciones sin control, las liberalizaciones sin supervisión. Todo ello dando por hecho que la intervención de los poderes públicos, democráticos, ciudadanos y no corporativos supone siempre un lastre para el crecimiento y el enriquecimiento.
En el caso de España, por poner un primer ejemplo, aprobó el Sr. Rato una Ley del Suelo que convertía a quien quisiera en promotor, fuera o no dueño del suelo. El objetivo era producir. En concreto ladrillos. No es momento en esta primera incursión de abordar las repercusiones ambientales, por ejemplo, sino sólo la de identificar dónde empezó a inflarse la burbuja aquella que, para hincharla en condiciones precisó de la venida de cuatro millones de emigrantes.
En el 2008, todo el andamiaje que soportaba la burbuja se cayó (falseamiento de tasaciones, hipotecas por mayor valor que la casa para financiar otros menesteres como coches o viajes, seguros para cubrir valoraciones ficticias…) llevándose consigo todo lo que hoy llamamos “La crisis”, financiera.
Entonces salieron los mismos que desde sus empresas de rating, sus bancos, sus empresas, sus evasiones fiscales habían organizado el inflado a explicarnos que lo que no se sostiene en verdad es el Estado del Bienestar, que la Ley de Dependencia es un lujo del país rico que ahora resulta que no somos, que la culpa del gasto en desempleo la tienen los emigrantes (los mismos emigrantes sin los cuales no habría habido el modelo de desarrollo del ladrillo promovido por aquéllos; las mismas emigrantes que han permitido sentirse alta burguesía a tantas familias y gracias a las que muchas mujeres pudieron incorporarse a puestos de trabajo fuera del que realizaban en sus domicilios), que vivimos demasiado, que consumimos demasiadas medicinas, que los funcionarios no se ganan el sueldo (cuando la mayoría de esos funcionarios fueron espectadores del enriquecimiento realmente ilícito de tantos otros trabajadores que ayudaron a inflar precios y salarios de ficción)…
Así ahora se cierra aquel plan ideado por Thatcher y Reagan hace 30 años, el del desmantelamiento de lo público en beneficio de lo privado, lo individualista, el sálvese quien pueda. Y en una pirueta en la que creen que van a engañarnos todo el tiempo, todavía nos echan la culpa del desastre a los que creemos en lo público, en la solidaridad y la sostenibilidad, y vienen a convencernos de que la única medicina para desfazer el entuerto de las liberalizaciones y desregulaciones ahora es recortar gastos. Reducir gastos sociales, “replantearnos” el Estado del Bienestar. Apartando una vez más el foco de atención de dónde estuvo el error. Nos quieren decir que la Ley de Dependencia no se puede financiar, pero no nos dicen los cientos de miles de millones invertidos en autopistas de peaje sin coches, aeropuertos sin aviones, puertos sin contenedores o trenes de alta velocidad con más apeaderos que paradas. Nos dicen que hay que recortar la sanidad, la educación, mientras una misión en Afganistán nos cuesta más de un millón de euros al día. Al día. (En el caso de Estados Unidos el coste es de 2.000 millones de dólares a la semana… reluctantes son los números cuando algunos se empeñan en hablar del problema de liquidez…). Nos dicen que TVE es demasiado cara y que habrá que suprimir, curiosamente, los programas de mayor audiencia. Curiosamente, también, ello redundará en el incremento del “share” de las televisiones privadas sin tener que modificar sus programaciones…
Qué bien ha cuadrado todo para que la ideología neoliberal se nos imponga ahora no ya como la del Pensamiento Único sino como la única alternativa real para salir de esta crisis, por supuesto sin cambiar uno sólo de los principios que de verdad nos han metido en ella; manteniendo el modelo de vida que acabará conduciendo al naufragio aquel.
Todos hemos tenido culpa en este desmán generalizado. Pero algunos más que otros. También aquellos ciudadanos de a pie que se dejaron llevar por la codicia y vivieron unos años en un comic muy por encima de lo razonable, muy a lo cigarra y no a lo hormiga, que no guardaron nada para este invierno duro que se nos viene encima.
Pero, de todos modos, aún confío en que los ciudadanos despertemos e impidamos el desmantelamiento de la conquista de los derechos de todos. Lo dice el escritor Pérez Andújar, constataremos que “lo definitivo no es más fuerte que uno mismo”, recordando siempre a Abraham Lincoln que sabía que “se puede engañar a todo el mundo alguna vez, y a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”.

(El 25 de enero de 1898, con la excusa de asegurar los intereses de los residentes estadounidenses en la isla, Estados Unidos envió a La Habana el acorazado Maine. El 15 de febrero hubo una explosión en el Maine y se hundió.
Los estadounidenses sostuvieron desde el primer momento que la explosión había sido provocada y externa. La conclusión de las investigaciones españolas fue que la explosión era debida a causas internas. Ciertos documentos avalarían la hipótesis de que la explosión fue provocada por los propios estadounidenses con el objeto de tener un pretexto para declarar la guerra a España. Algunos estudios actuales apuntan a una explosión accidental de la santabárbara.
España negó desde el principio que tuviera algo que ver con la explosión del Maine, pero la campaña mediática realizada desde los periódicos de William Randolph Hearst convenció a la mayoría de los estadounidenses de la culpabilidad de España). (Fuente Wikipedia)

7 comentarios:

  1. Puede que Lincoln errara en el cálculo y no considerase vectores como el bucle o parámetros como lo infinito. Hay engaños que resisten a la erosión de los factores atmosféricos y a la de los factores humanos. Me solazo contigo, hermano, en la frase de Pérez Andujar... pero desde otra perspectiva miope, astigmática (ya sabemos que la feria depende del color de los cristales de las gafas), podemos decir que lo definitivo es contundente. Como en aquella frase magistral del cura de Berlanga en La Escopeta Nacinal: "lo que yo ato en la Tierra no lo deshace ni Dios en el Cielo".
    Visto desde el ángulo de la dinámica de fluídos, un ingente caudal de Información termina por ahogar en ella al informado. Al Maine lo hundimos nosotros. Podría haberse acabado ahí la cosa. Lo terrible es que hay miles de Maines hundidos flotando en los bancales de nuestra memoria. Y hay buques que siguen implosionando desde su interior ajenos a cualquier mina. LLeva usté razón don Sancho en esto del desgobierno de la ínsula y conviene ser, al menos, cuánticamente positivo. Con usté estamos ahora y siempre. Recuerdo el comentario de un talento técnico que afirmó que: "tal vez estaremos salvados del naufragio irreversible cuando el proceso de sostenibilidad sea una inversión lucrativa". Tener que llegar de nuevo al precipicio para ser rescatados, ¡manda güevos!
    Lo dicho, Capitán, un placer navegar por su lúcido verbo. Hasta la cita siguiente, hermano. Que se recupere de su lesión tobillar y pronto vuele por la pista a velocidad Bolt.

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  2. Espectacular comienzo, amigo Jaime, ya me tienes de seguidor. Espero ir acompañándote en tus reflexiones como se merecen tan pronto como consiga desargentinizar mi vida. Un gran abrazo.

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  3. Éste blog era necesario, yo diría que imprescindible, Jaime. Una suerte para todos que lo hayas abierto.

    Un abrazo

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  4. El otro día ya comenté tu entrada, que me parece de una clarividencia envidiable, pero veo que algún problema no te ha hecho llegar mis palabras. Las tuyas sí que llegan. Y ponen un dedo en una llaga que está desangrando este país.

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  5. Llegó aquí por un enlace que mi amigo Julio me dejó en un comentario. Todo esto del liberalismo econónico culpando a los demás de los males que él mismo ha creado y proponiendo de medicina más dosis de lo que mismo que originó la enfermedad me recuerda al caso del cirujano que se operó a sí mismo y no se extrañaba de ello. Lo malo es que estos pretenden operarse a sí mismos en los estómagos ajenos.

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  6. Fantástico blog, y genial la elección del suceso que le da nombre. Enhorabuena Jaime, y muchas gracias por colocar el foco de manera tan acertada sobre quienes están utilizando la crisis para pulverizar conquistas sociales.

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