You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

lunes, 11 de junio de 2012

No es eso, no es eso...


“No es eso, no es eso”. Esa fue la famosa frase de Ortega y Gasset al comprobar ciertos desnortados efectos colaterales de algunos en la II República.
No es eso, digo yo hoy, cuando descubro otra victoria neoliberal sobre los ciudadanos. En este caso el Gobierno de la Comunidad de Madrid aprobó la semana pasada (con nocturnidad: a las dos de la madrugada) la eufemística Ley de Dinamización de la Actividad Comercial, que permitirá a todos los comercios de la Comunidad Autónoma abrir las 24 horas del día los 365 días del año, sea cual sea su superficie.
No es eso, no es eso… Porque si hay una medida estratégica, transformadora de la sociedad española, que pueda tomarse con facilidad y sin coste, esa es la de armonizar el horario laboral y comercial con nuestro entorno europeo.
Parece cosa de nada, pero sería una medida de enorme calado, fundamental para la eficiencia y ahorro energético y para la calidad de vida ciudadana. Y supondría al final un cambio cultural radical.
Provenimos de una acendrada y no visibilizada herencia árabe que en el ámbito comercial se refleja en la exacerbada liberalidad de horarios a semejanza de los zocos árabes. Esto, que ha venido quedando impreso en nuestro imaginario cultural, en la actualidad se ha unido al capitalismo salvaje  instalado en la ideología de los neoliberales españoles para los que la Tierra Prometida ya no está en Jerusalén sino en Nueva York.
Así hemos ido optando paso a paso por la apertura cada vez más extendida de nuestros comercios. Como en los zocos árabes y en la Gran Manzana, que nunca duerme. Hasta llegar a la hipérbole absoluta de la medida de Madrid, donde todo comercio podrá estar abierto a todas horas todos los días.
Pero no es eso, no es eso, sino todo lo contrario. La medida sostenible, progresista que habría que tomar sería la imposición del cierre de los centros laborales a las 1700 y de los comercios a las 1800 los días laborables.
Holanda, paradigma del capitalismo calvinista y país admirado por su eficiencia económica y su productividad tiene ese horario y están a la cabeza de los índices de competitividad y a la cola de la tasa de paro. Y no se crean la patraña de que empiezan a trabajar a las seis de la mañana porque es falso. Empiezan a las nueve como en España. Eso sí, no paran dos horas y media para comer y hacer la sobremesa. Y tienen poquísimas “comidas de trabajo”. Pragmáticos, ellos separan dos cosas que son incompatibles por su propia naturaleza y, por tanto, ineficientes.
Algunos temerán que con un horario así los holandeses se morirán de hambre, se quedarán sin champú, no podrán tener videojuegos. Y sin embargo les aseguro que, mientras trabajé en La Haya, nada de eso ocurrió. Mis vecinos holandeses sobrevivían a esos horarios.
Por si acaso, supongo, (que hay mucho despistado que no le da tiempo a hacer la compra), los jueves tenían en Holanda un horario extendido en ciertos comercios (alimentación fundamentalmente, ni tan siquiera las tiendas de moda y complementos) hasta las nueve de la noche. Los sábados por la tarde y los domingos, todos los comercios holandeses cerraban. Y la gente subsistía. Increíble but true.
En el caso de España, yo aplicaría casi el mismo horario que en los Países Bajos y el resto de Europa (cerrar a las seis entre semana). Pero conocedor de nuestras seculares pasiones, sería flexible y permitiría que los sábados se abriera hasta las nueve, para evitar que los imprevisores queden desabastecidos, pobrecitos ellos. Los domingos cerraría todos los comercios.
Se trata de una de las pocas medidas estratégicas de gran calado y transformación radical de la sociedad que podemos realizar en España y que tendría repercusión inmediata sobre la calidad de vida de los ciudadanos incluyendo beneficios transversales como: el ahorro energético, la incorporación plena de la mujer al mercado de trabajo al permitir de facto y iure la conciliación de la vida laboral y familiar, el cambio de valores en la sociedad a una menos consumista y más humana, el reforzamiento de las relaciones familiares como parte integrante esencial de la cobertura de necesidades sociales (dependencia…), la recuperación del espacio ciudadano para la convivencia y no meramente para el consumo.
Además si a alguien perjudica esta medida es al pequeño comercio, normalmente instalado en el centro de las ciudades. Incapaces de afrontar los costes de abrir eternamente, obligados a cerrar frente a la competencia desleal de las grandes superficies instaladas en los extrarradios, los comercios de barrio estarán condenados a la progresiva desaparición, provocando a su vez (ejemplos actuales ya hay) el abandono de la centralidad de la ciudad que deja de ser espacio de convivencia para convertirse en patios de oficinas.
Sí, la medida de Esperanza Aguirre y sus secuaces de liberalizar absolutamente los horarios comerciales parecería una cosa menor, técnica, pero abunda en el desmantelamiento del modelo de convivencia y racionalidad que deberíamos alcanzar. Favorecerá claramente a ANGED, la patronal de las grandes superficies, y probablemente suponga un incremento de sus precios y abundará en el individualismo de la sociedad que se pasa el día en el trabajo y luego a la carrera, a deshoras, haciendo compras en vez de compartir la plaza pública en una atmósfera de ciudadanía solidaria.
Pero así es, en España, como en la Alemania de Merkel, ahora se va en dirección contraria. En el país germano, por ejemplo, quieren apostar porque las “familias” cuiden a los niños en el hogar. Pendiente la absoluta revolución de la igualdad de derechos de las mujeres, eso significa, en román paladino que las mujeres vuelvan a encargarse de los niños y la casa subordinando sus derechos humanos (al trabajo, la independencia, la igualdad…). Esta vez con la excusa de que el sistema no es sostenible a base de guarderías (en Madrid, por cierto, el triple de caras desde hoy).
Pero toda va simplemente en consonancia con el rearme ideológico del ultravonservadurismo infectado de ingredientes de moral y religión: “Autenticidad de la mujer: redescubriendo la vida en el hogar”, demonización del matrimonio homosexual o del derecho al aborto. Eslóganes e ideas que se desvelan en el Congreso Mundial de Familias o en la asociación “Hazteoir” y que son la avanzadilla sin careta de lo que algunos reivindican para volver a las “esencias” del pasado.
Si hubiera en España una revolución verde, por lo sostenible, y verde también por lo de la primavera árabe, o sea, movilizable por las redes sociales, tal vez el mensaje que habría que mandar sería el de promover una rebelión, una huelga  de carros de la compra vacíos en esos horarios inhumanos para reclamar nuestro derecho a compartir el espacio común de la ciudad, la humanidad, la alegría, la cultura, el ocio (que también colabora a incrementar el PIB con sus precios), la familia extendida, el bienestar integrador e inclusivo, frente a aquellos para los que sólo somos una cuenta corriente, un consumidor sin horas de descanso, un mero clon en la cola de una caja registradora cuyas únicas palabras a otro humano sean ¿cuánto es? o ¿aceptan visa?

2 comentarios:

  1. No es esa la cosa, cierto, vuesa merced tiene razón. Desnortado tiene el sur y el septentrión esta buena mujer incitando al libertinaje de los horarios comerciales. Pero, querido hermano, con la iglesia hemos topado, Alejandre. Pregúntale a cualquier consumidor de a pie con un micro en la mano y un enseña de cadena de televisión bajo el mastil y obtendrás como respuesta común una imperturbable (incólume, como dices tu del amigo Simón) aceptación. Preguntada al efecto, la masa es partidaria de un horario de apertura continuo y bullicioso. A los monos nos tienen bien adiestrados, ten en cuenta que llevamos siglos enjaulados aguardando puntual el cacahuete del insigne domador. Ir de compras es un caramelo, tanto como calzar lo último en automoción. La gente en general no llevamos puesto el pensamiento más allá de dos o tres paradas de autobús. Torpe y escasa distancia para descubrir lo que encubre esta nueva disposición. ¡Pobre mono!
    Defiendes europeizar España, importar modelos, inocular a nuestra patria cordura en vena. Altruista y noble criatura, sabes de sobra que aquí todos corremos por libre el maratón. Tenemos al sol como aliado. Si te soy sincero, yo exportaría el calendario de festejos andaluz al resto de la gloriosa Comunidad. Y me apropiaría de fiestas vernáculas con sede en el extranjero. Es más, por decreto obligaría cada mes a una semana de fiesta nacional. Pan y circo. Al fin y al cabo, eso es la vida. Certeza, duda, niebla, humo. Sin embargo, el colega D´ors me reprende,"los experimentos con gaseosa, joven".
    Saludos mil. Bravo por "Lo que queda". Queda una pequeña y sorprendente eternidad.

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  2. Parece que el hombre sea, en su nueva definición, un ser comercial y libre, y cada vez más irracional, sumiso y aborregado.

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