Ya lo decía de España Joaquín Costa hace más de cien años y
es como si lo dijera hoy mismo: “Quedan triunfadores e indemnes los hijos del
privilegio, los vociferadores de La
Marcha de Cádiz, los fracasados del bachillerato, señoritos de pueblo, los
gomosos de la acera de las Calatravas, el fango social que inunda la plaza de
toros, ebria de vino y de salvajismo…”.
Aunque si uno se para a recapacitar, ¡cómo no se va a comprender
el desencanto de aquellos que esperaron durante siete años, entre 2004 y 2011,
que se produjeran definitivos cambios en lo más profundo de las rémoras
históricas de nuestra España!… Y ahí se quedaron, esperando y esperando, una
vez más, otra vez más… porque quienes dirigían el Gobierno socialista no
tuvieron el coraje definitivo de afrontar las transformaciones radicales
indispensables para convertir a este país en lo que demanda hace siglos.
Tras unos primeros atisbos de arrojo (Ley de la Dependencia,
Ley del Matrimonio Gay, paralización del Trasvase del Ebro, repatriación de las
tropas…) se cayó en seguida en la pusilanimidad que viene prevaleciendo entre
nosotros como tantas veces antes en la historia. Por ejemplo, ya las Cortes de
Valladolid, allá por 1523, propusieron que se pidiera al Papa que prohibiera a
iglesias y monasterios adquirir bienes raíces (para permitir así el progreso
industrial de una España ruralizada donde el gran propietario de las tierras no
era otro que la Iglesia). Sin hacerse nada pasaron los años, y la Iglesia se
constituyó en un Estado dentro del Estado secular. Las Cortes volvieron sobre
tal reivindicación año tras año hasta que en 1566, la respuesta de Felipe II
fue que no convenía “por agora hazer novedad ni otra declaración”…
Exactamente lo mismo que como en tantas cosas fundamentales (la
sustitución de la energía nuclear por energías renovables, finiquitar el
Concordato, restringir las dimensiones y gasto del Ejército al mínimo acorde a
nuestra posición, acabar con los colegios religiosos concertados...) ZP, de
mano de su vicepresidenta también nos dijo “por agora no conviene”… y así nos
luce el pelo.
Porque luego llega la derecha y ellos no se andan nunca con
remilgos a la hora de imponer su ideología de privilegiados (Ley del Aborto,
Ley de Seguridad Ciudadana, Ley de Costas, Ley de Bosques, Ley de Evaluación
Ambiental, Ley de Educación…), en las que el interés de la casta económica
dominante se impone al bienestar común.
En fin, baste por esta semana este desaliento y en la
próxima hablaremos más de lo que el fallecido premio Nobel de Economía John
Kenneth Galbraith denominó “La cultura de la satisfacción”, la de los
privilegiados que miran con desdén y rencor a los pobres como si éstos en el
fondo estuvieran robando a los ricos con sus caprichos inmerecidos de salud
pública, atención a la dependencia, asistencia social…
Qué alegría el regreso semanal del Maine; qué necesario. Hoy más que nunca, en vísperas de las Elecciones Europeas más importantes en mucho tiempo. Ahí estaremos siguiendo tu estela.
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