You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

viernes, 22 de septiembre de 2017

Descrédito del esfuerzo, desprecio del valor

Creo que uno de los preocupantes síntomas de nuestros tiempos es que no se aprecia convenientemente el valor de las cosas y, peor aún, que sin esfuerzo se consiguen los mismos “premios” que partiéndose el lomo. Andamos sometidos por una desmesurada idea de proteccionismo a todos los mortales. Desconociendo que ser igual no es lo mismo que ser idéntico.
¿Que a un hijo le sacan una muela? Pues no sólo se le regala a él un merecido juguetito por lo que haya podido sufrir sino también a su hermana para que no se sienta discriminada y se nos ponga tristona.
¿Que eres un arquetípico trabajador absentista, conflictivo con tendencia a entristecerte y quedarte de brazos caídos? Pues se te premia dándole tu trabajo a la currante de al lado, la que nunca pone pegas y es escrupulosa en los resultados pero nunca en los horarios de salida.
¿Que suspendes y repites curso un par de veces? Que ello no afecte al coche de papá que conduzcas, no sea que el transporte público te traumatice.
¿Que plagias tres poemarios y con ellos ganas unos premios de diputaciones provinciales? Hombre, se te llama la atención un poquito, pero tampoco se te va a pedir que restituyas lo robado o lo entregues al finalista al que desplazaste sin derecho, porque es un lío de papeleo que no veas. Anda, vete y copia cien veces “No volveré a copiar…”. “No volveré a copiar… tan mal”. Venga, la próxima vez hazlo pero que no se note, al menos.
¿Que eres corrupto confeso, especialista en contabilidades imaginativas y cajas bes? Haya paz, te daremos nuestro voto para que ganes otras elecciones y puedas reconvertirte en el “Dan Defensor” de la transparencia pública.
Bueno, viene esta melancólica reflexión a cuento de que hoy, saliendo temprano hacia el trabajo, escuchaba en la radio una sección en la que hacen un concurso: 10 preguntas en un minuto. Si las aciertas, mil euros. Puedo entender lo nervioso que se pone uno en estas ocasiones y que se te bloquee la mente fallando alguna pregunta de cajón. Pero si pese a la tensión emocional del directo respondes bien una penosa cuestión sobre una tonadillera o la esposa de un futbolista, me niego a asumir lo sucedido esta mañana: “¿Quién escribió El Quijote?”… “Paso”… ¡¡Paso!! Siguen haciéndole al ciudadano ejemplar el resto de preguntas. Y en la segunda vuelta, repitiéndole las que ha dejado sin contestar: “¿Quién escribió El Quijote?”… ¡¡vuelve a pasar!!
Vale, Allahu akbar, Alá es grande…se ha quedado sin los mil euros, respiro… pero no, en seguida me atraganto pues por el mero hecho de participar le han arreado un fin de semana gratis en un hotel con spa y todo incluido… Por no saber responder. “¿Quién escribió El Quijote?”… O sea, “Quevedo”… Ay no, que El Quijote lo escribió Francisco Franco, digo, la Pantoja, ¿o fue Messi? ¿Shakespeare? ¿Shakira?, qué lío, ustedes perdonen…

Les dejo, voy a aplicarme el resto de la jornada la inclemente frase de mi madre cuando se hartaba (a menudo) de mí y me decía: “Anda hijo, vete y muérete un rato”.

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