Creo que uno de los preocupantes síntomas
de nuestros tiempos es que no se aprecia convenientemente el valor de las cosas
y, peor aún, que sin esfuerzo se consiguen los mismos “premios” que partiéndose
el lomo. Andamos sometidos por una desmesurada idea de proteccionismo a todos
los mortales. Desconociendo que ser igual no es lo mismo que ser idéntico.
¿Que a un hijo le sacan una
muela? Pues no sólo se le regala a él un merecido juguetito por lo que haya
podido sufrir sino también a su hermana para que no se sienta discriminada y se
nos ponga tristona.
¿Que eres un arquetípico
trabajador absentista, conflictivo con tendencia a entristecerte y quedarte de brazos
caídos? Pues se te premia dándole tu trabajo a la currante de al lado, la que
nunca pone pegas y es escrupulosa en los resultados pero nunca en los horarios
de salida.
¿Que suspendes y repites curso un
par de veces? Que ello no afecte al coche de papá que conduzcas, no sea que el
transporte público te traumatice.
¿Que plagias tres poemarios y con
ellos ganas unos premios de diputaciones provinciales? Hombre, se te llama la
atención un poquito, pero tampoco se te va a pedir que restituyas lo robado o
lo entregues al finalista al que desplazaste sin derecho, porque es un lío de
papeleo que no veas. Anda, vete y copia cien veces “No volveré a copiar…”. “No
volveré a copiar… tan mal”. Venga, la próxima vez hazlo pero que no se note, al
menos.
¿Que eres corrupto confeso,
especialista en contabilidades imaginativas y cajas bes? Haya paz, te daremos
nuestro voto para que ganes otras elecciones y puedas reconvertirte en el “Dan
Defensor” de la transparencia pública.
Bueno, viene esta melancólica
reflexión a cuento de que hoy, saliendo temprano hacia el trabajo, escuchaba en
la radio una sección en la que hacen un concurso: 10 preguntas en un minuto. Si
las aciertas, mil euros. Puedo entender lo nervioso que se pone uno en estas
ocasiones y que se te bloquee la mente fallando alguna pregunta de cajón. Pero
si pese a la tensión emocional del directo respondes bien una penosa cuestión
sobre una tonadillera o la esposa de un futbolista, me niego a asumir lo
sucedido esta mañana: “¿Quién escribió El Quijote?”… “Paso”… ¡¡Paso!! Siguen haciéndole
al ciudadano ejemplar el resto de preguntas. Y en la segunda vuelta, repitiéndole
las que ha dejado sin contestar: “¿Quién escribió El Quijote?”… ¡¡vuelve a
pasar!!
Vale, Allahu akbar, Alá es grande…se
ha quedado sin los mil euros, respiro… pero no, en seguida me atraganto pues
por el mero hecho de participar le han arreado un fin de semana gratis en un
hotel con spa y todo incluido… Por no saber responder. “¿Quién escribió El
Quijote?”… O sea, “Quevedo”… Ay no, que El Quijote lo escribió Francisco Franco,
digo, la Pantoja, ¿o fue Messi? ¿Shakespeare? ¿Shakira?, qué lío, ustedes perdonen…
Les dejo, voy a aplicarme el resto
de la jornada la inclemente frase de mi madre cuando se hartaba (a menudo) de
mí y me decía: “Anda hijo, vete y muérete un rato”.
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