You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

martes, 10 de julio de 2012

Que en mi vida me he visto en tal aprieto o Quinceme

Ay… que un escepticismo melancólico, si no amargo, me domina en relación con el Movimiento del Quinceme.
Como en todo movimiento social participan en él no sólo personas bien intencionadas, solidarias, válidas y comprometidas, sino sujetos espurios. La vida es así. Pero lo preocupante es cuando lo más visible en un grupo humano son precisamente esos sujetos perniciosos. En el caso del Quinceme, a menudo portavoces de ideas confusas y confundidas, ombliguistas eurocéntricos ignorantes de la realidad que les circunda. Eso sí que es malo.
Quincemeros hay, por supuesto, insisto, indispensables, de sólidas convicciones individuales, pero también tipos desestructurados, vividores ya sea de la subvención oficial o de la limosna en el semáforo. Otros, por el contrario, están completamente estructurados en la sociedad: aparcan sus BMW a prudente distancia de la Puerta del Sol acercándose allí a pie con sus miles de euros en ropa y complementos, a lavar su mala conciencia. Y otros (“no hay nada más bello que lo que nunca he tenido. Nada más amado que lo que perdí” Serrat) añoran aquello que jamás tuvieron, una emoción, una aventura: su Mayo del 68 o sus carreras delante de los grises en la Transición, y necesitan una mínima “gesta” que incorporar a sus biografías para contar algún día a los nietos.
Pero los primeros (desestructurados) nada aportan porque son expertos en recibir, no en dar, en vivir de la sopa boba sin asumir responsabilidad alguna. Los segundos (estructurados neoburgueses) apenas se preocupan de darle un chapuzón de dignidad a su (mala) conciencia para luego regresar a sus hogares y sus trabajos a cumplir escrupulosamente los roles que perpetúan la situación que dicen añorar cambiar. Y los terceros (los que necesitan la aventura y el pasado) olvidan que Mayo del 68 fue una “revolución” sietemesina, parida muerta. ¿Qué cambió que sea hoy radicalmente importante? No la economía: unos años después se reforzó el sistema con la liberalización del cambio de divisas. Eso sí fue revolución: la neoliberal dinamitando el patrón dólar/oro. Tampoco cambió el Mayo Francés la sostenibilidad del sistema: más aportó a las políticas de austeridad racional la crisis petrolífera del 73 que aquellos que buscaron la arena de la playa bajo los adoquines de París y allí siguen, los adoquines, cubriendo tal arena. Sí, Mayo del 68 sólo produjo una revolución perdurable, la de las costumbres individuales: liberó la sexualidad y liberó la apariencia: vestido, peinado, complementos como los piercing o los tatuajes, que llevaron la rebeldía a lo individual. No es poca cosa, aunque insospechadamente el sistema aceptó ese cambio estético sin más problemas, quedando incólume el corazón del propio sistema. Aquellos que se rebelaban con el peinado luego se sometían a las legislaciones laborales, a los “mercados”, al consumismo sin mayor sedición. Sí, debajo de los adoquines de París estaba la playa, y allí sigue, cada vez más profunda, alicatada por urbanizaciones salvajes.
En fin, la cosa está en que ¿qué demanda, qué busca, qué reivindica en concreto o en difuso el movimiento Quinceme y cómo lo hace?...
En un acto con quincemeros hace unos días señalaban ellos mismos los logros de un año de “revuelta” en Madrid: habían establecido una biblioteca ciudadana, una guardería para los indignados y sus actos se interpretaban a Lengua de Signos Española. Grandes logros sin duda… pero resulta que todo eso ya está en vigor en todo el territorio de España y para una amplia mayoría de ciudadanos gracias a eso que se llama el Estado Social y Democrático de Derecho que rige en nuestro solar patrio desde 1978. Ay, a menudo el atrevimiento de la ignorancia crea esperpentos. Y no hay que olvidar que la hermosura de lo pequeño no cambia la insignificancia de su tamaño. Los gestos, meros gestos, metaprimermundistas, en nada afectan a los verdaderos damnificados del planeta.
Otra cosa es que la ideología neoliberal en el Gobierno actual quiera esgrimir torticeramente la sacrosanta crisis financiera para venirnos con el cuento de que no podemos pagar este Estado del Bienestar (sanidad, derechos sociales y culturales, educación…) y por lo tanto hay que recortarlo. Como ya he dicho en anteriores entradas, la crisis la usa el PP de excusa para imponer su ideología individualista, privativa, en contra de todo lo que sea igualdad, justicia, primacía de lo público, solidaridad…
Por eso, claro que si el movimiento del Quinceme, Indignados, Ocupemos Wall Street, etcétera no existiera, habría que inventarlo. Es más, por favor, que alguien lo invente, y que esta vez lo haga, si no bien, sí mejor. Esa es mi esperanza, como la de Edgar Morin, la que “sabe que no es certeza; una esperanza no en el mejor de los mundos, sino en un mundo mejor”.
¿Es esto un derrotista conformarse? Tal vez sí, tal vez no. A la luz de muchos de los dispersos postulados de los quincemeros, asumir lo que dice Morin no me parece acomodación sino visión de futuro y deseo de transformación: “La idea de metamorfosis, más rica que la de revolución, contiene la radicalidad transformadora de ésta, pero vinculada a la conservación”. Pero añade Morin que “no basta con denunciar, hace falta enunciar”. Y ahí es donde pierdo fuelle con el quinceme…
Hablando de enunciar permítaseme un excurso: Vaya, que hablar bien de ZP en estos tiempos, no es sólo suicida (ahora incluso los vanidosos vigoréxicos que sólo buscan en el ejercicio físico vientres tableta de chocolate para presumir, le critican al pobre ZP hasta que corra medias marathones los fines de semana) sino que a mí mismo me cuesta dolores hepáticos, que son los que conducen a la melancolía (los entuertos de sus ministros de la segunda Legislatura, muy especialmente Sebastián y Espinosa y por supuesto Salgado, son responsabilidad última de ZP). Pero puestos a hablar hoy en este blog de “revolución”… diría a los quincemeros que pensaran en la verdadera revolución de las libertades zetapista del 2004 al 2008, duradera salvo que el estado de excepción generalizado por el PP acabe por derribarlo todo. Hablamos de hitos históricos, no de meros avances: matrimonio gay, ley de dependencia, ley de igualdad, ley contra la violencia de género, reforzamiento del control parlamentario al Gobierno, retirada de las tropas en una intervención armada ilegal, legislación ambiental y promoción de las  energías renovables… hagamos un mínimo ejercicio de recuerdo en lo enunciado, antes de denunciarlo todo. Pues no son poca cosa estas revoluciones zetapistas teniendo en cuenta que la economía no es lo único ni lo más importante de la vida. Ya lo mostró el Capitán Nemo de Julio Verne, que en su extraordinaria biblioteca del Nautilus no tenía “ni una sola obra de economía política, disciplina que estaba allí severamente proscrita”. Y no olvidemos que Nemo demostraba sobre todo su abnegación sobre todos los seres humanos y que él mismo se consideraba hasta su muerte, un habitante del país de los oprimidos.
Sigamos con el enunciar. En el aniversario del Quinceme al que asistí, también dijeron aquellos quincemeros que en este año se habían dedicado a estudiar la revolución de El Cairo: más valdría haber estudiado la más cercana, la suya propia en la Puerta del Sol. Sobre todo ahora que sus admirados revolucionarios integristas islámicos han secuestrado la revolución en Egipto, en Túnez, en Libia, la han arrodillado para rezar el Corán, la han cubierto con el burka y la impondrán a base de sharías.
Otro encuentro mío con Indignados fue el otoño pasado. Participé en Chipre en una reunión del Consejo de Europa sobre los retos y desafíos a la democratización. Asistieron eminencias de una solidez innegable como el profesor Guy Standing hablando de la fragmentación de clases, de los Precarios, del adelgazamiento subsiguiente de la democracia y del modo de construir respuestas democráticas para fortalecer la propia democracia (en posterior entrada del blog comentaré sus ideas).
Por parte de los Indignados se invitó a una joven francesa y un no tan joven, pese a él, español. La francesa hizo un emotivo e inane discurso de una experiencia tan menor que no es recordable. El español nos amenizó con su propuesta estrella de superar los procesos electorales conocidos (colegio electoral y urna) por una verdadera democracia real basada… ¡en Facebook! (sic) (sí, sic).
A mi regreso le comenté a mi madre de 84 años que estuviera tranquila, que ya no tendría que preocuparse por ir al colegio electoral a votar, ella que no vota precisamente a la izquierda. Que los Indignados proponían ejercer la democracia minuto a minuto a través de Internet. Mi madre, que estaba entonces aprendiendo a usar el imeil me preguntó que cómo se iba a saber a quién  votábamos y sobre todo si su voto, o lo que fuera, seguiría siendo privado y secreto. Bendita inocencia, mi madre.
Inocencia sí, pero cuidado con el papanatismo tecnológico. La tecnología es una herramienta, no un fin. Hace unos días el expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, explicó en Twitter que él no tuvo que ver con el nombramiento de un general colombiano (antiguo jefe de seguridad suyo), acusado de narcotráfico. Y se quedó tan satisfecho. Bien está, pero las explicaciones democráticas se dan ante los Parlamentos, que ostentan la soberanía de todos y cada uno de los ciudadanos, o ante los jueces, que poseen la facultad de interpretar la legalidad.
No obstante, por supuesto que la revolución tecnológica que ha servido de cauce a estos movimientos “revolucionarios” es algo a tener muy en consideración. No en vano los países dictatoriales y con menor respeto a los Derechos Humanos impiden siempre el uso de las redes sociales e Internet. Porque la Libertad individual y colectiva de los ciudadanos es la peor amenaza que pende sobre los tiranos.
Otra perla de “enunciado” quincemero: alguno de esos portavoces suyos con los que he coincidido, y que ofician como tales, es de suponer que con democrática delegación de competencia para ejercer, dicen de sí mismos que el catalizador de su revuelta fue… la Ley Sinde. O sea, no la crisis, el desmantelamiento del Estado del Bienestar, las hambrunas en África, el integrismo religioso por todo el orbe, tanto cristiano como islámico, no, sino la piratería. Enmascarada, como siempre lo ha hecho la piratería, con la bandera de la libertad. Lo puso en boca de un bucanero Espronceda: Que es mi barco mi tesoro, /que es mi dios la libertad, /mi ley, la fuerza y el viento, / mi única patria, la mar.
Dicen también que su éxito mediático inicial se debió a que “descolocaron a los partidos de izquierda y a los sindicatos porque éstos estaban en su discurso electoral y ellos en la utopía”. Pues, qué bien, ya que a la luz de los resultados electorales y sus consecuencias en apenas seis meses (ley de empleo que lo precariza, desmantelamiento de la legislación ambiental, freno y marcha atrás a las energías renovables,  devastación del sistema de dependencia, aniquilación de la TV pública –su audiencia se ha desplomado del primer al tercer puesto gracias a cambiar la programación, en beneficio y para alegría de las teles privadas y su financiación con anuncios-, vuelta atrás en los derechos de las mujeres y de los homosexuales, ….) es todo un logro haber descolocado a aquellos y haber “colocado” a éstos.
Éstos que, desgraciadamente, demuestran con cada una de sus decisiones que lo mismo no es lo igual ni lo igual lo mismo. Porque el anterior Gobierno hizo mil cosas mal, ¡y tanto!, pero éste está llevando a cabo un concienzudo plan de destrucción de nuestro sistema político de convivencia.
Hay que recordar siempre que la democracia supone que la decisión tomada en un segundo (lo que se tarda en echar la papeleta electoral en la urna) repercute sobre la integralidad de la vida ciudadana durante cuatro larguísmos años. Y ya no hay vuelta atrás. Si has votado movido por un calentón, por un cabreo, te comes ese enfado casi un lustro… (Ya que he citado un poco a Verne y su “Veinte mil leguas de viaje submarino” sirva aquí esta otra cita: “Era la rémora, que viaja adherida al vientre de los tiburones. Al decir de los antiguos, este pequeño pez, adosado por su ventosa a la quilla de un navío, podía detener su marcha, y uno de ellos, al retener así la nave de Antonio durante la batalla de Actium, facilitó la victoria de Augusto. ¡De lo que depende el destino de las naciones!”).

Pero no olvidemos lo esencial de todo esto: el evidente malestar social que en oriente y occidente no sólo está sacando a la calle a los supuestos defensores de las libertades y los derechos humanos, a los que reivindican que la democracia sea “más representativa” y transparente y que la redistribución de la riqueza sea más justa. Sino también al extremismo político de corte fascista y populista, a los nacionalismos xenófobos y a los integrismos religiosos. El “Tea Party” en EEUU, los “Auténticos Finlandeses” (19% en las últimas legislativas), los “Demócratas Suecos” y el “Partido de la Libertad” holandés (ambos con representación parlamentaria), los neonazis griegos del “Aurora Dorada” o la ultraderecha húngara erigidos en partidos bisagra. (Véase además cómo otra vez en la Historia éstos usurpan el lenguaje estafando en sus denominaciones (ab)usando de términos como autenticidad, auroras, democracia, libertad…). Y si en España no ha aparecido un “Tea Party”, es porque ni siquiera nos hace falta pues ya está dentro del PP, ejerciendo el poder en diferentes gobiernos territoriales y no necesitan más revulsivo referente a la (extrema)derecha.
El caso es que parece estarse instalando una especie de hartazgo y desconfianza hacia las instituciones políticas que rigen las sociedades, como señalaba Andrea Rizzi hace unos días. Pero, ¿caerá en esa desconfianza la propia idea de la democracia?
¿Es que ningún quincemero se da cuenta del hecho diferencial? Esta ultraderecha de corte fascista sí que va a las urnas. Ellos sí que presentan propuestas políticas articuladas y maduras, cohesionadas y coherentes con su ideología, sin dejarse llevar por maximalismos ni utopías naif. Su desencanto lo estructuran precisamente ocupando un lugar en los centros de decisiones (parlamentos, instituciones, administraciones…) mientras los quincemeros debaten si la verdadera democracia está más allá de los sufragios y parecen optar por dejar desocupadas, libres las instituciones (excepción hecha de los “Piratas” alemanes) como si participar del sistema los deslegitimara integralmente. Pero insisto, el hueco que dejan los Indignados, la extrema derecha lo ocupa sin sonrojo.
Y aun cuando esta ultraderecha decidiera no “participar” del sistema, tampoco es problema, pues entonces dejan en bandeja el ejercicio del poder a la “tecnocracia”. Y bien es sabido que en el fondo un técnico es un profesional de derechas.
En definitiva, lo “nuevo” que está viniendo tal vez no sea esa Democracia Real que el quinceme parece identificar con ciertas redes sociales, sino posiciones políticas cuyas credenciales democráticas no parecen ser precisamente sólidas sino más bien oportunistas. O bien esos tecnócratas cuya legitimidad democrática brilla por su ausencia.
Claro que estas dudas sobre la base democrática de los insatisfechos con el sistema actual, no sólo se puede proyectar sobre los descontentos de la extrema derecha, sino también sobre los de izquierda en su forma de movimientos asamblearios que ¿se pueden considerar democráticos? ¿O más bien, autocráticos? La democracia yo la entiendo como el ejercicio del poder por el pueblo (a través de sus representantes), pero por todo el pueblo, no sólo por los que están un día concreto en una acampada o en un blog o en un mitin. Los ciudadanos sabemos que las elecciones democráticas universales son un sistema imperfecto, pero preferimos esa imperfección a que nos impongan algo sin preguntarnos a todos al menos cada cuatro años; o que nos lo impongan preguntando por Facebook al que esté “linkado”.
En fin, con menos melancolía y más humor que yo Bill Maher critica a los Indignados (agradezco a  mi buen e inconformista amigo Fernando que ayer mismo me descubrió a este comentador político norteamericano de izquierdas). Ved estos enlaces y reíd antes de llorar.
En fin, repito, si el Quinceme no existiera habría que inventarlo. Mejor son ideas equivocadas o desenfocadas o confusas y confundidas que la sumisión definitiva de los acomodados. Pero de lo que se trata, tal vez, es de que  deberíamos inventar ya el día de después de los Indignados, el día de enunciar tras denunciar. Inventar el 16-M. Ese es el día que importa, el día que, tristemente, el Quinceme aún no ha sabido crear.

1 comentario:

  1. Estoy contigo en la refundación del 16M. Su mente hazversa, Capitán, lejos de producir monstruos construye cordura. A los espurios, a los waltdisneis y a los gilipollas indocumentados que se enrolan en el ejército de cualquier movida, hay que pasarlos por el tamiz (a algunos incluida vacunación trivalente). Hay que despreciar las lentejas negras en el puchero y las chinas (no me refiero a las muchachas orientales sino a los bebés de guijarro). El movimiento es ahora imprescindible, más que nunca, pero necesita de cabezas amuebladas que no dilapiden la teoría con cuatro boñigas de praxis o dándose a la crianza de la lechuga en los territorios horticultícolas de la Puerta del Sol.
    Protestemos con rigor y con método ante tal manipulación gubernamental, pero no urbanizando plazas con polizones de largo recorrido ni promoviendo bibliotecas de bajo estanding a la sombra de las estatuas ecuestres. Salud, Capitán. ¿Sabe que usté daría sobrado perfil para poner rostro categórico al asunto? "Jaime Alejandre, escritor, poeta, humano de profesión y candidato del Partido Hazverso, el PeHache", suena cojonudo. Abrazos al por mayor.

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