You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

lunes, 16 de julio de 2012

Lo que hay detrás del pañuelo del mago


El prestidigitador acaricia a su conejo y saca con histrionismo un pañuelo de colores de su bolsillo. Lo mueve en el aire, habla a la vez de algo insustancial, cuenta un chiste, saluda a la ayudante en bikini que baila. Los espectadores presienten que les van a hacer, abracadabra, la magia y quieren pillarle truco. Están pendientes de él, del pañuelo, para que no les engañe el ilusionista y hacerse la ilusión de que son tan listos como él. Con toda la atención ahí concentrada, en el pañuelo colorido, el mago consigue su propósito. Aprovecha entonces y con la otra mano esconde en su manga el conejo. Lo ha conseguido, ha despistado al respetable. Creían que el espectáculo ocurriría en el pañuelo, pero el pañuelo es un pañuelo, nada más. El verdadero truco es ocultar al conejo. El conejo, por cierto, tiene mixomatosis, es un conejo enfermo…

Entre el miércoles pasado el presidente Rajoy, y el viernes su vicepresidenta y los ministros de Economía y el de Hacienda, nos hicieron este truco utilizando un pañuelo de muchos colores para despistar y, en vez de a la tiple en paños menores bailando, a Juan Carlos I saliendo en la foto de la prestidigitación.

El sábado los ciudadanos y los medios de comunicación se hacían cruces por el paquetazo de recortes: subida del IVA, menos beneficiarios de viviendas de protección oficial, incremento de la base de cotización, no disponibilidad de gasto público (600 millones de euros, que casi se satisfarían sólo con traernos de vuelta a las tropas de su excursión heroica por Afganistán donde nos cuestan más de 400 millones de euros al año, más de un millón al día), ultimátum de tasas anunciadas a las energías renovables, rebaja en el seguro de desempleo y amenaza al menor “indicio de fraude”, la puntilla definitiva a la Ley de Dependencia (el Gobierno ya no pagará la cotización de las cuidadoras y reduce aún más y más la financiación), y sobre todo el indiscriminado pero interesado abuso perpetrado con los funcionarios como atracción de feria a la que arrearle pelotazos…

Todos mirando los colores del pañuelito, y sobre todo el color negro de lo de los funcionarios, a los que los ciudadanos acostumbran a aplicar el mítico “¡que se jodan!” dedicado a los parados por la hija del español al que más ha tocado la lotería en la historia, mister Fabra. Y mientras tanto, los listos prestidigitadores escondiendo el conejo mixomatoso: la reforma de las Diputaciones Provinciales.

Amparados en la excusa de las supuestas duplicidades, esta reforma tiene un objetivo ideológico evidente: abundar en el desmantelamiento del Estado del Bienestar. Pero, por supuesto, no se trata de un mero derribo del edificio de convivencia social de nuestro cariacontecido país, sino de una “apropiación indebida”, un traspaso empresarial en toda regla, para convertir en privado lo que es público.

Esta reforma de la Diputaciones Provinciales (38 en España más las tres forales vascas, un 90% de ellas en poder del PP, por ejemplo del ya mentado Fabra y su faraónica estirpe que viene heredando el puesto con histórica persistencia) pretende quitar competencias a los ayuntamientos (las que el PP denomina competencias “impropias”: asistencia social y sanidad) y pasárselas a las diputaciones. Pero el truco, la letra pequeña está en que estas diputaciones no tienen medios ni económicos, ni personales, ni capacidad normativa ni impositiva para ejercer tales competencias. Así, la propia Ley aprobada el viernes por el PP señala que “si” las diputaciones no pueden prestar de forma directa los servicios que se les encomienden… podrán hacerlo de forma indirecta… o sea, se desmantelan los servicios municipales, se pasan a administraciones muy mayoritariamente en poder del PP desde las últimas elecciones, y se procede a la privatización de la sanidad y los servicios sociales. ¡Olé!

Y también puede llegarse a poner otra guinda en el pastel: que las tasas de residuos urbanos las sigan recaudando los competentes (no hay más remedio mal que les pese), los ayuntamientos, pero que el servicio lo contraten las diputaciones, lo que provocará, sin duda, unos tejemanejes de esos que acaban en corrupción gurtélica de la que todos luego se tiran de los pelos y se hacen católicas, muy católicas cruces.

Pero la verdadera reforma necesaria en las Diputaciones Provinciales sería su eliminación. Se trata de administraciones superfluas, decimonónicas, que a algunos sesudos españoles les han supuesto siempre algo tan arcano como que el bueno de Jardiel Poncela aspiraba antes de su muerte apenas a saber para qué servían.

Y eso que hoy es bastante identificable para qué sirven estas clientelares administraciones: para gastar en carreteras superpuestas como los estratos de Troya a la carreteras nacionales y autonómicas; para colocar primos; y para otorgar premios literarios que apenas enriquecen a ciertos editores expertos en tener la exclusiva para publicar (a menudo “malpublicar”) los libros ganadores, que demasiadas veces pasan a ocupar en sus cajas sin desprecintar los almacenes de material de oscuras bodegas administrativas.

Seis mil millones de presupuesto, cuatro mil millones de deuda y mil diputados, más personal de confianza, asesores, y funcionarios y laborales en su gran mayoría de la viejísima escuela franquista… Sí, las diputaciones provinciales sí que serían un buen lugar para recortar con racionalidad. Seis mil millones de euros… caramba, una cifra tan parecida a la del recorte hecho con las otras medidas que bien podía haberse tomado ésta sólo.

Pero para cuando descubramos que el truco estaba en el conejo escondido y no en el pañuelo aireado y nos acordemos de esta medida, tomada por el Gobierno este viernes, ya estarán en manos privadas servicios públicos que conforman el corazón del Estado del Bienestar. Y si alguien entonces clama al cielo de lo público, le responderán, birlibirloque, que la deuda de los ayuntamientos es insoportable. Así en general, sin explicar que un 60% de esa deuda municipal la fagocita enterita la sola ciudad pepera de Madrid.

Pero qué más da… ¡que siga el espectáculo! Pocas cosas gustan tanto a los “españuelos” como que nos hagan juegos de manos y nos den gato por liebre. Pocas cosas nos atraen tanto como una demolición “controlada”. ¡Ah!, la belleza de la destrucción, el virtuosismo de los dinamiteros… signos inequívocos de este país que prefiere una pandereta a Pau Casals.

4 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo.

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  2. Ah, echaba de menos estas dosis de verdadera información... Pero ya, de vuelta de vacaciones, no me pierdo ni una (una manera fina de pedirle que, tras su sobredosis galdosiana, nos mantenga al día con los ojos abiertos, muy muy abiertos).

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  3. Aunque tarde llego, nunca es tarde si el comentarista es bueno. Cojonudo en este caso. El Capitán abre el pastillero de Pandora. Lo zarandea en vilo. Caen los conejos. Como estamos en el campo, en estación, fuera de veda, dispara al bicho que huye en busca de refugio a coto político. El Alejandre conoce la fórmula para erradicar la mixomatosis, la hispana y la posthispana. Le sobra verdá y tiene una endemoniada puntería con la Palabra. Este blog, hermano, merece por respeto llegar a masivo dominio público. Ruego a vuesa merced que canalice El Hundimiento del Maine a otra dársena más expuesta a las miradas. Merece letra ariel 16 puntos, negrita, contraportada o editorial. Un gran saludo a lo Tarantino, lúcido y "maldito bastardo".

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