Creo que uno de los principales problemas de Facebook (además
íntimamente relacionado con el otro, el más grave, el de la impunidad) es que la
red no hace distinciones entre “amigos”. Alguien va y me pide amistad. Ignoro
el porqué. Supongo que por ser yo amigo de amigos de amigos de amigos del otro.
Se le da al que “sí”. Pero en realidad no somos amigos. O al menos no todavía.
Y precisamente esto es fuente de conflicto luego, en las típicas
conversaciones y comentarios que provoca publicar algo. Cuando la gente se entusiasma
comentando ad libitum entre los contertulios que se forman.
En estos comentarios normal y desgraciadamente hay
referencias personales más allá del contenido de lo colgado. Y ahí es donde hay
que diferenciar la naturaleza más o menos “pública” de las conversaciones.
Ocurría el otro día en el muro de una amiga mía, amiga de
verdad. Alguien hizo unos comentarios demasiados personales sobre uno de los
que charlaban bilateralmente con ella, con mi amiga. Mi amiga escribió que no
le parecía bien la referencia personal que se había hecho, porque esa conversación
era del tipo “Simplemente, estamos entre amigos.” La persona aludida respondió:
“me parece muy bien que estén entre amigos pero como es un muro abierto creo
que podía opinar”.
Lo que ocurre es que el hecho de que sea un muro público no
quiere decir que cualquiera pueda hacer menciones “directas” a uno de los
contertulios. Y dado que el comentario que desencadenó los dimes y diretes
había sido una opinión ad hominem, el resultado fue que ya no nos ajustábamos
exactamente a la primera premisa de que aquello fuera una conversación “pública”.
Si los comentarios que se hacen son de carácter absolutamente objetivo, pueden
aceptarse en un hilo de conversaciones entre amigos y meros “coincidentes FB”,
pero la interferencia de un tercero con una formulación puramente subjetiva
hacia uno de los contertulios, ya no son lícitos.
Por poner una analogía del mundo físico y analógico, es como
si estamos en un bar, espacio público, Fulanito y yo. Estamos hablando de
Darwin, y gente, conocida o no, alrededor escucha nuestra conversación. Hasta
cierto punto sería legítimo que alguien, al oír en el espacio público tal
conversación se atreviera a intervenir y decir “Perdonad, ese tal Darwin ¿quién
es?”, o “Pues a mí Darwin no me convence”. Comentario general y objetivo, pase.
Pero lo que no sería de recibo es que ese sobrevenido tertuliano dijera, sin
conocernos íntimamente a Fulanito o a mí: “Qué triste que opines “tú” así de
Darwin” o “Pero qué dices, “tú”, “tú” no eres quién para hablar de la teoría de
la evolución…”. Por no citar exabruptos mayores que son los que superpueblan
las redes. Eso es una intolerable intromisión en una conversación entre dos
amigos, por mucho que esa conversación se oiga en voz alta en un lugar público,
sea Internet o Bar Tolo.
En definitiva, el mero hecho de un comentario público en FB,
si no desautoriza, sí desaconseja hacer menciones personales directas. Porque allí
amigos, lo que se dice amigos, no lo somos todos. La inmensa mayoría apenas somos
colegas de letras, compañeros de trabajo, vecinos, coincidentes de Internet,
afines de ideas, qué sé yo. Y a esa inmensa mayoría de “amigos tipo FB”, no los
hemos visto ni hablado ni intercambiado mensajes personales jamás. Suficiente
motivo como para no tomarnos tantas confianzas. Cosa diferente es entre Fulanito
y yo. Que sí somos amigos personales. Además de “amigos tipo FB”. Pero como
digo, el problema es la falta de terminología apropiada en FB. O yo, que soy un
viejuno.
En fin, por mi pobre experiencia en las redes, creo de
antemano que en estos temas al final solo se produce un estéril intercambio de
pareceres impermeables uno del otro y el otro del uno. Pero no lo olvidemos: el
mundo analógico y el digital no son tan diametralmente diferentes. Las mismas
normas de urbanidad y respeto operan y deben operar en uno u otro mundo, el
físico y el virtual. Cuánta gente, sin embargo, no lo entiende así. Seré yo el
equivocado.
En definitiva, cuando estas penosas situaciones me ocurren,
cuando algún “amigo tipo FB”, muy desconocido para mí, me dedica una imprecación
directa y subjetiva a mí mismo yo mí me mí conmigo. Me encojo de hombros. ¿Puede
hacer su chusco o su genial comentario? Sí, claro, como en un bar. No podré impedirlo,
lo sé.
Pero para mí esa clase de comportamientos son algo
inapropiado en el mundo de relaciones personales (físicas o digitales) tal y
como yo las entiendo. Así que, volviendo al símil del bar, hago en FB como
haría allí, en la barra. Allí miraría al maleducado como entre los vapores del
sueño, muy muy lejano, como si me hubiera hablado un idioma que no entendiera,
como si apenas percibiera distorsionados ecos. Y no le respondería sino con un
gesto, no con una conversación. Por ese motivo, mi respuesta en FB a menudo es un
icono de desdeñosa risa porque de apnea no hay.
Fotografía
tomada de Google sin copyright identificable
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