Me encuentro por doquier hiperrealistas que se mofan del intento de reeditar antiguos conceptos humanistas en la actualidad. Por ejemplo, el derecho a la felicidad.
Curiosamente, a los más neoliberales, los más pro imperio
yanquee, les da un ataque de risa ante la pretensión de limitar los perniciosos
resultados del capitalismo salvaje retornando a una concepción más humana de
las relaciones mundiales, superando el paradigma del egoísmo y el beneficio a
costa de todo y todos.
Olvidan tal vez que la propia Declaración de Independencia de
su idolatrado Estados Unidos, el documento más célebre de la Ilustración, dejó
dicho: “Sostenemos como evidentes estas
verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador
de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
Axioma de una vida en comunidad regida por el humanismo que
pronto permeó en otros textos fundacionales, como nuestra propia Constitución de
Cádiz, en 1812, que incluía entre las obligaciones de los españoles la de ser “justos y benéficos”. ¡Cuánta necesidad
tenemos hoy de esta obligación en España!
Pero para los que apenas entienden lo que pueden sumar y
restar con guarismos en cuentas de resultados, o sea, sumar ingresos
monetarios, restar pérdidas económicas, solo cuentan los índices del PIB, el
porcentaje del IRPF o el índice de masa corporal… y abominan con chuscas
chanzas del Índice de Felicidad Humana.
A lo único que estos se permiten aspirar cuando hoy hablan
de Felicidad Humana es a confundir el término con el de “Seguridad Ciudadana”.
Pero no son sinónimos. (A este tema regresaré otro día).
El Índice Global de Felicidad es una publicación anual de Naciones
Unidas que mide la felicidad en los países, basándose en diversos factores,
como el Apoyo social, la Esperanza de años de vida saludable, la Libertad para
tomar decisiones vitales, la Generosidad, la Percepción de la corrupción y, sí,
también el PIB per cápita.
Un buen punto de partida, pero para mí todavía un poco
demasiado economicista, porque ¿dónde queda medir cualitativamente cuestiones
indispensables para la serenidad humana como los valores de pertenencia, de
identidad, de saberse valorado, de inclusión en la comunidad, o de
autosuficiencia espiritual y emocional…?
Se debe, por tanto, avanzar hacia el concepto de Felicidad Nacional
Bruta (FNB) o Felicidad Interna Bruta (FIB), como indicador que mide la calidad
de vida en términos más holísticos y psicológicos que el producto interno bruto.
Y, después, analizando los factores que inciden en mayor medida en la felicidad
humana, desarrollar políticas que los favorezcan.
Lo mismo descubrimos que fomentar el consumismo a ultranza
no vale para ser felices tanto como una legislación de horarios laborales afín
a nuestra humanidad. Porque valores subjetivos como el bienestar son más
relevantes e importantes para los hombres que objetivos como la acumulación de
riqueza.
También podremos encontrar cómo la verdadera fortuna se encuentra
en los adjetivos. No se trata de promover el desarrollo socioeconómico sin más,
sino de hacerlo sostenible y equitativo.
La preservación y promoción de valores culturales, la
conservación del medio ambiente y el establecimiento de un buen gobierno son
factores que proporcionan más felicidad que el carrito de la compra. Aunque no
olvido que ello implica siempre que todos puedan contar con un carrito suficiente,
tanto en nuestros distintos barrios como en los diferentes países (ingreso
mínimo vital y solidaridad internacional mediante). Algo que es fácilmente posible
si todos compartimos.
Algunos aducen dificultades metodológicas para medir este
índice. Y con ello se quedan tan campantes, porque así no tienen que afrontar
el hecho de tomar decisiones. Pero se engañan, porque si estos elementos no
pudieran ser medidos directamente, sí se pueden evaluar los factores que los
alteran, considerando dimensiones comparativas como el bienestar psicológico, el
uso del tiempo, la vitalidad de la comunidad, o la diversidad humana y medioambiental.
No se trata de buenismo, se trata de mirar la realidad con
otros ojos, y no solo para reflejarlo en un articulito como este sino para
aplicarlo activamente a las políticas públicas.
Pensémoslo. Creo que más vale la pertenencia que las pertenencias,
los valores que el valor (precio), el bien que los bienes, el interés por ser
felices todos que los intereses de nuestras cuentas bancarias…
© Fotografía,
jaime alejandre, 2020
Hace falta una nueva forma de medir la felicidad en la sociedad. Urgente.
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