“La naturaleza humana es tal que, aunque nos separen solo ochocientos kilómetros de la realidad, no somos capaces de ver más que fuegos fatuos en la niebla. En aquel entonces hacía ya una década que **** era una realidad:; todo lo que evocaba su nombre se arremolinaba en la atmósfera humana con vapores siniestros. Pero se arremolinaba en algún punto de ******, así que, de hecho, para nosotros, no era una verdadera realidad. Nos preocupaba su aparición, discutíamos con pasión y desprecio sobre la trascendencia del fenómeno, seguíamos con atención cómo sembraba sus semillas en ciertos estratos de nuestra sociedad, entre los pequeñoburgueses y los obreros. Pero nunca creímos que un día pudiera convertirse en lo que habíamos temido en secreto…
“… los resultados electorales a lo largo de los diez años
anteriores. Esas contiendas políticas fueron proporcionando una mayoría cada
vez más importante a los partidos que participaban en la lucha electoral con
ideas ‘racistas’ y de ‘extrema derecha’…
“… las nobles manifestaciones de dolor de una nación se
entremezclaban con el canto patriótico y fanfarrón de un coro que solo
pretendía obtener de ello un provecho económico…
“… un paciente aquejado de dolor de muelas se lo pensaba dos
veces antes de acudir a un dentista que fuera ****, porque se temía que ese
sabio con enchufe en la universidad no hubiera aprendido la ciencia de la
odontología como Dios manda, ya que en los exámenes de la carrera los doctos
profesores tenían la manga más ancha al juzgar los conocimientos del hijo de
****, es decir, de un individuo de la casta de los elegidos, que a la hora de
evaluar a otros candidatos que desde el punto de vista patriótico no ostentaban
el sello distintivo…
“Cuando se da al pueblo el derecho a acusar a cualquiera sin
ninguna prueba, con simples alegatos, utilizando generalidades… y cuando en la
práctica la acusación supone para la persona, cuyo nombre queda impreso por la
rotativa de periódico, la cárcel, la marginación o el destierro social o
económico sin dictamen judicial, entonces el pueblo disfruta haciendo uso de
ese derecho, porque al individuo anónimo y carente de poder el juego impersonal,
y por lo tanto sin responsabilidad, le produce una gran satisfacción, una
especie de euforia…”.
Uy, que se me ha pasado escribir al principio que estos
párrafos, no tienen nada pero nada que ver con España hoy. Hablan de Hungría en
la primera mitad del siglo XX. (“Lo que no quise decir”, Sándor Marai, Ed.
Salamandra, 2016).
(fotografía de web)
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