You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

martes, 14 de diciembre de 2021

Lo abyecto

Recientes acontecimientos en el mundo de actores y actrices en España me desalientan una vez más, sumido en la desconfianza ante la especie humana. Vuelvo a comprobar el enfermizo gusto por lo monstruoso, lo deforme, lo ‘freak’. Abotargados en el exceso, algunos parece que ya solo son capaces de disfrutar con lo esperpéntico y las excentricidades sin valor. Son esos que apenas se interesan hoy admirando diminutos fetos atestando botes de farmacia en su formol en una presunta exposición de arte contemporáneo. Tipos a los que les hacen gracia las cenizas que quedan de un millón de hombres incinerados en un campo de concentración.

Esa gente no es gente, porque pagarían lo que fuera por ver una película en la que matan de verdad a otra gente, que sí es gente. O se quedan de madrugada babeando ante vídeos de catástrofes reales. Entusiastas de lo sórdido y lo abyecto, se ríen por lo bajo y cuchichean mofándose de los demás, pero se callan irremediablemente a la hora de decir en público lo que ellos piensan, porque nada piensan. Ellos nunca perderían su tiempo (precioso solo para ellos) yendo a una manifestación contra el hambre en más de medio mundo o para asistir a unos inmigrantes durmiendo en la avenida, pero pasarían horas bajo lluvia y sol por conseguir entrada para una lapidación. Son los que se corren viendo a la mujer barbuda del circo, los que imitan al cojo por la calle, los que se desternillan desmesuradamente cuando a Charlot le pegan bofetadas y todo le sale mal.

Se dedican al espectáculo de personajes enfermos, locos, personajes que realizan actos que no controlan (actos que los controlan a ellos), porque así ciertos espectadores, ciertos productores, se sienten a salvo de su propia mediocridad, la de gozar con el horror ajeno y creerse inmunes y superiores. Y engrosan el patrimonio de su vil e ignominiosa existencia con televisivas diversiones eméticas con el sólo deseo y objetivo de poder contar un día ‘yo estuve allí, cuando aquella hizo esto y dijo aquello, ¡cómo lo pasamos!’, como si su afán de quince minutos de placer y vanagloria se satisficiera con la vejación del más frágil del reality del momento.

Uno, a la luz de esto optaría por la pronta autodesaparición, pero gracias a Dios existen otros que nos redimen del propio cansancio, del escepticismo, el desánimo. Son aquello luchadores contra el absurdo que se empeñan en la belleza a veces inútil de sus gestos/gestas sin recompensa, son los que te citarían a A. Szerb que, antes de morir en un campo nazi, dijo: ‘sólo importa el momento, porque un momento verdaderamente hermoso no termina nunca’. Todos conocemos a alguno, a muchos de estos héroes sin esperpento.

Ellos nos enseñan que, al final, es todo sencillo: sólo tenemos que elegir entre estar con unos en el vicio envilecedor de la abyección fomentando estulticia, alienación, cretinización y embrutecimiento a manos llenas (más bien vacías), o con otros dejando pétalos de la propia vida para que el mundo sea un lugar donde el amanecer no represente sólo una metáfora.

(Fotografía © Jaime Alejandre, Kurokawa onsen Kyūshū, Japón, 2021)

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