You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

viernes, 16 de diciembre de 2022

Usar y tirar


Esta nueva inútil reflexión de las mías, me viene hoy al enterarme de que a un buen amigo su novia, después de un par de años de relación, le ha dejado mandándole un guasap. Llevaban unas semanas separados porque él se había adelantado a ella yendo a vivir a otro país. Y ella se había quedado en el suyo, muy cercano, esperando el pronto momento de mudarse. Al parecer las incomodidades han pesado más que otra cosa. Incomodidades, digo, ni siquiera dificultades. Qué pereza se debió decir la muchacha, con la cantidad de oferta que en el mundo hay, perder más días de mi preciada indispensable existencia. Que te den. A por otro.

Pero esto, que no deja de ser una triste peripecia individual, tiene para mí unas connotaciones que señalan el signo de los tiempos.

Los tiempos de la (in)cultura del usar y tirar (más bien del “estrenar” y tirar), que ha acabado por permear más allá del puro consumismo de productos y servicios para protagonizar, en una amplia mayoría de gente, los nuevos modos sin modales de las relaciones humanas contemporáneas.

Ahora, me temo, los más se esfuerzan lo menos. Y a la primera de cambio, eso, tiran lo que tienen para estrenar algo distinto. Pero esto es algo que solo se puede hacer en la sociedad de la sobreabundancia en que existimos. Sobreabundancia de todo: coches, camisas, alimentos, espectáculos. Personas.

Personas. Ello facilitado, claro, por las tecnologías actuales para encontrar pareja “sin esfuerzo”, en catálogos de carne al por mayor donde un algoritmo suple las veces del acercamiento, el tonteo, el embelesamiento, el intercambio de intenciones, de regalos, las galanterías.

Ahora prima la productividad, el no “perder” el tiempo (así lo ven quienes no conciben disfrutarlo). Todo es la “retribución” asegurada e inmediata. Las relaciones a través de las redes sociales (Tinder y similares) han acabado con la seducción, la persuasión, la sugestión. Hombres y mujeres parece que hoy quieren tener una relación, no ganarla. Qué pereza y cuánto riesgo de dilapidar su preciado tiempo y su más preciado dinero sin recibir nada a cambio. Si después de la primera cita que les ha conseguido el urbi et orbi infalible algoritmo la cosa no funciona, pues bueno, no pasa nada, por lo menos se lo han llevado calentito ese día y abur. Hasta nunca jamás. Perder un día no es una catástrofe. Dos, sí. Vuelta a darle a la búsqueda en la app.

Capitalismo llevado a las relaciones afectivas personales. Sustitución de la seducción, que es un proceso, por la consecución, la culminación, la cuenta de resultados, que es una meta sin recorrido previo. Humanos como molinetes, girando a solas, movidos por un solo, un único viento, pero creyéndose extraordinarios y simpares cada uno de ellos.

Y es que demasiada gente vive hoy inmersa en la falsa fe, la apócrifa creencia de que somos dueños de todo porque todo lo podemos alcanzar con un solo clic. Clic, y tengo acceso a toda la música del planeta. Clic, y me descargo más libros de los que podría leer en un millón de vidas (y eso “si” leyera). Otro clic, y se me ofrecen miles de hombres y mujeres con los que hacer “match”.

Las personas han terminado por pretenderse infinitas, ubicuas, eternas, poderosas y millonarias, pues ser millonario es creer que todo lo puedes tener. Porque sí, porque tú lo vales. Porque te corresponde. Aunque no te lo hayas ganado.

Y sin embargo, catálogos de decencia, de dignidad, de empatía, de responsabilidad no parecen encontrarse. Así que lo que yo a menudo veo es un vacío abrumador detrás de tanta supuesta comunicación de redes sociales. Ya lo dijo (¡hace 50 años!) Jean Baudrillard: “El contacto por el contacto se convierte en una especie de autoseducción vacía del lenguaje cuando ya no hay nada que decir”.

El problema es que demasiados no tienen nada que decir, ni ganas de tener algo que decir. Solo quieren usar, disfrutar, dilapidar, pasar de una cosa a otra creyéndose así demiurgos. Y lo son, demiurgos, pero del vacío.

© Jaime Alejandre, 2021 y 2022, fotografía: Península de Izu, Japón; vídeo: Sinan-gu, Corea del Sur.

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