Vi ayer (Amazon) el documental “Del estrés a la felicidad”.
Recomendable, pero sobre todo por las insensateces que dice su director,
Alejandro Grazia. Dándole la vuelta a sus observaciones como a un calcetín y
luego completándolo con los comentarios de los monjes, budista y cristiano, y
una doctora en neurociencia entrevistados, se acaban teniendo unas buenas “enseñanzas”,
más bien, guías en la oscuridad.
El tema del documental es identificable sin duda ninguna por
su título, así que voy simplemente a unos comentarios:
El director argentino interroga a sus invitados. Lo hace en
el sentido más policiaco imaginable, imperativo, sin dejar acabar las frases a
los que les pregunta, demostrando, eso sí, la gravedad de su enfermedad –estrés
por narcisismo- y alguna cosa más, como que no se entera de nada. Porque no
escucha. Se ve que no ha escuchado nunca en su vida. Salvo a sí mismo: Quod
erat demonstrandum.
Por ejemplo, en seguida (sustituyendo con músicas
melancólicas al uso, las líneas de un guion tal vez imposible para él,) saca a
colación el tema de la “meditación” y el “mindfulness” (como están de moda),
pero lo hace “buscando”. Lo hace como si ello fuera un algo que hacer, un
instrumento, un bálsamo de Fierabrás para resolver su estrés. Y resolverlo
rápido, que él está muy ocupado con su trabajo y una familia con dos hijos
(dos, no catorce).
Sin entender que, precisamente, la meditación no es algo que
hacer si no algo en lo que “no hacer”.
Así, como él busca soluciones y no vías a la solución, no
escucha cuando le dicen que hay muchas maneras de pasar del estrés a la
felicidad. Por ejemplo, un modo, sí, es la meditación, la indagación pasiva en
la paz interior. Pero otra vía es a través de la compasión, la ayuda a los
demás. Aunque claro, este joven de 39 años, solo entiende la lógica occidental colonizada
hasta la extenuación por el individualismo capitalista; la lógica del hacer cosas,
la de encontrar soluciones a través de hacer, no a través de dejar de hacerlas;
y además, la única lógica aceptable, la de hacer cosas solo para él mismo, que
es el centro de su propio problema y su universo, y el resto le da un
poco/mucho igual.
De la segunda opción “pasa” olímpicamente. La de la solidaridad,
la entrega, esa no le vale, por que es hacer cosas, sí, pero para los otros,
que no le interesan. No es lo que él anhela. Sus preguntas son siempre en primera
persona: “¿Por qué me ocurre esto?, ¿por qué funciona así mi cerebro?”.
Finalmente los monjes y la neurocientífica, cada uno a su
manera, le tienen que explicar, que el camino es complejo y es uno que solo se
puede recorrer con determinación y esfuerzo. No se trata de comprar la solución
de un “coach” (como dice el interfecto).
Se dice en Japón que Daruma (del sánscrito “Bodhidharma”),
fundador del zen, llevó una vida ascética al extremo. Estuvo sentado nueve años
meditando sin moverse y todo el tiempo mirando a la pared. Hasta que perdió el
uso de las piernas y se quedó ciego. Nunca cejó en su propósito. Diciéndose a
sí mismo en los momentos de flaqueza, el “Nanakorobi-yaoki” (podrás caer siete
veces, pero te levantarás ocho). En esos nueve años de meditación, el monje
desarrolló la doctrina del Zen que disciplina el cuerpo y la mente hasta que
los ojos ven aunque mirando nada.
Así, literalmente trascribo las palabras de los sabios en el
documental: “… si tenemos la intención
genuina de mejorar algunas cualidades y de salirnos de los estados mentales que
crean sufrimiento en nosotros, y en los demás, (esto de “en los demás”,
añado yo, es muy relevante porque el director solo habla de él, y el monje
budista siempre habla de uno mismo y de los otros), debemos hacerlo con determinación y esfuerzo. Si fuera fácil, todas
estas cosas se resumirían en algo como “cinco puntos para ser feliz en 15 días”
y eso es imposible. Esto no funciona así. Si uno se siente mejor con eso, es
posible que se esté auto engañando; si es demasiado fácil es que no ha habido
cambio; el cambio real necesita un entrenamiento, como un atleta o un buen
músico; no existe alguien que pueda tocar bien un instrumento inmediatamente,
no funciona así, no existe. Si vemos algo así, debe estar pregrabado, no es
real. Lo verdadero viene con el tiempo, la práctica, el esfuerzo, la
determinación y la alegría. Porque lleve tiempo no significa que tenga que ser
algo aburrido o tedioso…”.
O sea, eso exactamente. Alcanzar la felicidad (la de cada
uno), es un proceso y hay que disfrutarlo, se demore lo que se demore. Pero tengo la impresión de que el tipo ese del
documental no piensa en el proceso, quiere la solución y la quiere ya. Pagar
por que le solucionen sus problemas y desentenderse. Pura contemporaneidad.
Pues… Ten salud, que decía Séneca.
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