You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

martes, 6 de mayo de 2014

En tierra de corrupción

En tierra de corrupción, sí, que no de promisión. He intentado durante más de veinte años mantener a flote un mínimo de esperanza y escepticismo ante lo que día tras día se hacía patente, la corrupción generalizada en este país. Pero ya no puedo más.
Ayer el enésimo ejemplo: “responsables” de Adif y de una constructora encarcelados por malversación y soborno. Pero antes: los cursos de formación fantasmas, las cajas B en Génova, el Inem en Andalucía, Bárcenas y secuaces, expresidentes de la CEOE estafadores, pelotazos en ciudades fantasma en Guadalajara, monarcas que firman decretos teletransportados, clubes de fútbol millonarios que no pagan lo que deben, evasores de impuestos profesionales, infantes consortes y con suerte con palacete y sin moral... Y si vamos más atrás Filesa, el director de la Guardia Civil, el del Banco de España. Y más atrás Rumasa, y más atrás los Ángeles de San Rafael…
Toda esta interminable Historia con la triste mayúscula de lo endémico ha terminado por extenuar mi esperanza. No se trata siquiera de corrupción política, de financiación ilegal, de ambición o latrocinio empresarial. Se trata de un ecosistema completo en el que el engaño, el fraude, la estafa son el modo de vida de una clase satisfecha y autoconvencida de ser la triunfante en este país. Fontaneros que se niegan a hacerte una factura con IVA, grandes superficies que extorsionan a sus proveedores, alcaldes que se llevan en una comisión tanto dinero como para hacer diez bibliotecas, funcionarios que no funcionan, ministras que no ven un jaguar en el garaje de su casa, tonadilleras que se imaginan que el sueldo de un alcalde da para ser multimillonario, artistas que demuestran todo su arte en la busca y captura de subvenciones idénticas aquí y allá para sacar a la luz obras desprovistas del más mínimo talento, multinacionales que pactan precios a espaldas de sus clientes, profesores que no se preparan una clase hace quince años, conductores que no tienen seguro, familias que falsean su declaración de renta, su padrón, hasta el número de hijos que tienen, o que se divorcian y se vuelven a casar todo para llevar al niño a los jesuitas, directores generales sin cualificación que no dirigen, ecologistas que conducen todoterrenos por Madrid, empresarios que defraudan a Hacienda, que engañan a sus trabajadores, que explotan a los jóvenes y no tan jóvenes, agricultores y ganaderos que engordan las vacas de sus beneficios con antibióticos… No es un síntoma, es un sistema, el sistema de la ausencia total de valores.
Y sí, claro, también hay gentes honradas, seguramente hasta habrá más que facinerosos, pero ya no cuentan. Unos porque se llevan su dignidad a la tumba del silencio, y siendo, si es que son, tantos, sin embargo no se ve que cambien nada en las urnas o en la calle. Otros porque su honradez se basa en la ausencia de ocasión, y cuando se les da la más mínima oportunidad me temo que también la toman para corromperse. Otros porque claudican y renuncian a aguantar más siendo el último tonto de la clase y deciden al final hacer como todos los demás, aunque sea tapándose la nariz, sin convicción, por despecho, o por agotamiento.
Decía hace quinientos años Montaigne “nuestro sistema, tanto público como privado, está lleno de imperfección… nuestro ser está cimentado en cualidades enfermizas: la ambición, los celos, la envidia, la venganza, la superstición, la desesperación alójanse en nosotros con posesión tan natural que reconocemos su imagen también en los animales”.

Pero una cosa es la imperfección y otra la absoluta y radical maldad, la animalidad desconocedora de toda ética. Sea entonces la cuestión cambiar la sociedad por un zoológico, el parlamento por un muladar, los tribunales por un parque temático, el gobierno por un teatro de monólogos, la bolsa por un bingo, los empresarios por un circo… y dado que la moralidad ciudadana parece ser cosa de ficción que jamás existió, hacer con ella unos vistosos juegos de artificio, una muy hispánica mascletá, y volver a empezar de cero, a ver si a la segunda sale mejor este experimento que algunos aún llaman España.


1 comentario:

  1. Esta vez, no puedo estar más de acuerdo con vos... Ni un post it!

    Buen día caballero incorruptible

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