Releía en Navidad "El busto del Emperador", un relato corto de Joseph Roth que me impresionó en 2003 cuando lo conocí por vez primera
(en ese milagro editorial que es Acantilado). Ahora en su relectura, con todo
lo que viene cayendo aquí, allá y allende, me ha noqueado aún con mayor fuerza su
precisión, sagacidad y excelencia literaria y de pensamiento. Vayan unos
párrafos:
“… en el siglo XIX se había
descubierto que todo individuo tiene que pertenecer a una nación o a una raza
determinadas si realmente pretende ser reconocido como ciudadano burgués. ‘De
la humanidad a la bestialidad por el camino de la nacionalidad’ había dicho el
dramaturgo austríaco Grillparzer. Justo por entonces empezó eso de la ‘nacionalidad’,
la fase previa de esa bestialidad que estamos viviendo ahora. Espíritu
nacional: por aquel entonces se veía claramente que correspondía y era fruto
del más bajo de los afectos de todos aquellos que representan la clase más
vulgar de una nación moderna. Solían ser fotógrafos pluriempleados como
voluntarios en el cuerpo de bomberos, artistas de los que llaman ‘de medio pelo’,
que por falta de talento no habían encontrado su lugar en la academia de Bellas
Artes y, por lo tanto, se habían hecho pintores de carteles, o profesores de
formación profesional que hubieran querido serlo de bachillerato, auxiliares de
farmacia que hubieran querido ser doctores, protésicos dentales que no pudieron
ser dentistas, bajos funcionarios de Correos y de los ferrocarriles, guardabosques
y, en general, todos aquellos que, dentro de las múltiples naciones austríacas,
aspiraban en vano a alcanzar un prestigio ilimitado dentro de la sociedad
burguesa…
… A los hombres ya no les basta
con estar divididos en pueblos, ¡no!, quieren pertenecer a naciones distintas.
Nacional… Ni a los monos se les ocurre semejante idea. Con todo, la teoría de
Darwin me sigue pareciendo incompleta. A lo mejor son los monos los que proceden
de los nacionalistas, pues los monos suponen un progreso… En la Biblia está
escrito que el sexto día Dios creó al hombre, no al hombre nacional…
… ¿Qué es la patria en realidad?
¿Acaso el uniforme de los gendarmes y guardas de aduanas que hemos conocido en
la infancia no es nuestra patria en la misma medida que el pino y el abeto, el
pantano y la pradera, la nube y el arroyo? Pero, si cambian los gendarmes y los
funcionarios de aduanas y, en cambio, el pino y el abeto y el arroyo y el
pantano permanecen igual: ¿sigue eso siendo la patria?...
… ¡Ay! Érase una vez una patria,
una patria verdadera, a saber: una patria para los ‘apátridas’, la única patria
posible. Ahora soy un apátrida que ha perdido la verdadera patria de los
caminantes…
… Sin embargo, para su sorpresa,
se enteró de que para llegar a los países que había escogido como destinos de
viaje necesitaba un pasaporte y unos cuantos visados. Ya era lo bastante mayor
para pensar que los pasaportes y los visados y todas esas formalidades que se
habían convertido en las férreas leyes del trato entre los hombres después de
la Gran Guerra eran sueños fantasiosos e infantiles. Sin embargo, resignado al
destino de tener que pasar el resto de sus días en un sueño enloquecido… se
plegó a las exigencias de un mundo fantasmal, se hizo el pasaporte, consiguió los
visados y marchó…
… El pueblo no vive de la
política mundial ni de nada que se le parezca, y en eso se diferencia
positivamente de los políticos. El pueblo vive de la tierra que labra, de los
bienes con los que comercia, de la artesanía que tan bien conoce. (Lo cual no
quita que vote en las elecciones generales, muera en las guerras y pague sus
impuestos)…
… Los pueblos buscan en vano eso
que llaman las virtudes nacionales, más dudosas aun que las individuales. Por
eso odio las naciones y los estados nacionales. Mi vieja patria era una gran
casa con muchas puertas y muchas habitaciones, para muchos tipos de personas.
Esa casa la han repartido, dividido, la han hecho pedazos…".
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