You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

lunes, 9 de septiembre de 2019

Somalia, capital Helsinki

Llegaba ayer por la tarde a Helsinki y nada más aterrizar, con la habitual mortecina luz de este lugar ya me metió el primer embate la depresión. Así que empecé a verlo todo así, color gris sucio:
El taxista que me acerco hasta el hotel por supuesto no resultó ser un blancuzco rubicundo finlandés de toda la vida de los dioses nórdicos vodka mediante sino un simplicissimus somalí en cuyos ojos discerní una tristeza y una añoranza de su tierra, de su sol, que si yo tuviera corazón me habría dolido como angina de pecho.
Entonces comprendí hasta el tuétano a esos muchos, y muy avisados ellos, que rechazan y combaten heroicamente la inmigración. Porque estaba claro que ese somalí educado, afable, simpático y solícito era todo añagazas. Ya que en verdad había venido, sibilino, a pie y en patera, y quién sabe si no hasta fingiendo un naufragio en connivencia con openarms de esos que se dedican a inventar hundimientos... había venido el pérfido somalí, digo, a invadirnos, a imponernos su voluntad y su mistérica religión, aunque no sea tan deófaga como la nuestra, que tan de toda la vida lo es, nuestra. Había venido, el muy felón negro sin disimulos, a robarnos puestos de trabajo tan apetecibles como ser taxista en nórdico país. Y para nada había venido el malencarado tipo huyendo de la hambruna (de hambre murieron 260.000 somalíes entre 2010 y 2012 según la tergiversadora y exageradora FAO, 133.000 eran menores de 5 años. Entre mayo y agosto de 2011 fallecían de inanición 30.000 personas al mes, indica el informe, pero tampoco hay que tomarse estas cosas a la tremenda sino tomarlas con un buen solomillo y vino tinto, que entran mejor). Tampoco me parece razón suficiente, sino pura demagogia que mi somalí taxista hubiérase venido tan aquí, tan al bóreas helador y sin luz, apenas escapando de la eterna guerra en el Cuerno de África (que cincuenta años no es nada, o solo el doble y medio más que el tango; y más de 800.000 muertos y casi dos millones de refugiados, son menudencias, o mal contados, que ya se sabe que los negros -y los chinos- son todos iguales y lo mismo cuentas al mismo cadáver cinco veces)...
En fin habránse visto tamañas insensateces...
Así que en vez de darle propina me dieron ganas de propinarle una patada en el orto que le devolviera a su sol suyo africano, a las guerrillas, las ablaciones y la sharía, para que su puesto de trabajo, usurpado a un honrado finlandés de pro lo pudiera ocupar un schengénico español en mucho paro.
Claro que luego, esta mañana, viendo que todas las limpiadoras de hotel tienen rasgos vietnamitas o así, ya me han faltado fuerzas para tanta patada cular y me he dejado llevar por el desánimo.
Cosas de la mortecina luz de estos tan depresivos nortes. Y, nada, que invadido de tristeza claudico y me dejo invadir de paso por quien sea: somalíes, vietnamitas, macdonalds, burgerskinges, jotapémórganes, estandarpoores, huaweis o quien se tercie...
Yo voy hoy a tirarme al Báltico emulando a don Angel Ganivet, que tras vivir dos años aquí, en Helsinki, escribe que te escribe, se lanzó por dos veces consecutivas a las aguas del Dvina en Riga hasta espicharla. Inmigrante, diplomático y depresivo que él era...

(Foto © Ap)

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