Participé el sábado pasado en Madrid en el Anotherway Film
Festival, de cine comprometido con el medioambiente. Salí algo deprimido al
comprobar que jóvenes de entre 25 y 35 años no tenían claro qué es eso del
Desarrollo Sostenible (DS). Pero más deprimido salí por aquellos compañeros
ponentes que sí lo sabían pero que habían acabado por asumir el torticero
discurso con que los poderes industriales han intentado (y por lo que vi, han
conseguido) tergiversar el originario sentido del DS.
Cuando la doctora Bruntland (nada casual que fuera
precisamente una mujer quien encontrara una denominación para otro modo de
relacionarnos con el entorno) definió el DS lo hizo como “el desarrollo que
satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las
futuras generaciones, garantizando el equilibrio entre el crecimiento
económico, el cuidado del medio ambiente y el bienestar social”. Equilibrio es
la palabra clave.
El crecimiento económico al que se refería era uno indefectiblemente
unido al bienestar de todos, no limitado al de unos pocos. Sin embargo, enseguida
las corporaciones industriales descubrieron que mejor que oponerse al término
era manipularlo a su favor. De ese modo dijeron que lo que no era
económicamente rentable suponía un desequilibrio según define el DS y por lo
tanto las medidas que causaran esa “falta de rentabilidad económica” no
deberían aplicarse.
Así pretendían evitar poner en marcha mejores tecnologías,
menos contaminantes, aunque estuvieran disponibles, si es que eran “caras” y
afirmaban que aplicarlas supondría crear un desequilibrio social por culpa de
los costes repercutidos en el factor trabajo, despidos mediante.
Nanay de la china. Por supuesto que en un primer estadio alguna
tecnología necesaria para salvaguardar nuestro planeta pudiera ser más cara que
la anterior, peligrosa, contaminante. Pero eso no significa que no deba
implementarse. Y no se puede venir con amenazas sobre despidos. El a menudo
indecente lucro, y la impúdica opulencia de algunos siempre pueden ofrecer
justo ese margen necesario de eficiencia para mejorar el mundo, no a través de la
explotación y el sueldo de los más humildes sino limitando los escandalosos
salarios y compensaciones varias de los directivos que los beneficios industriales
desmedidos permiten tener a unos pocos. Recordemos que España somos el décimo
país del mundo en número de millonarios y el 24 en el cumplimiento de los
Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Humanidad…
Además está absolutamente demostrado que las medidas medioambientales
tienen una repercusión inmediata sobre la competitividad (Hipótesis de Porter),
y que en períodos muy cortos de tiempo producen eficiencias sobre el uso de
materias primas muy beneficiosos incluso para los empresarios. Pero insisto, aunque
ello no fuera así, el objetivo último de garantizar un crecimiento equilibrado,
un desarrollo responsable está por encima de otras consideraciones y no es
lícito tergiversar el sentido de los tres factores del DS. Por eso el sistema
de comercio de derechos de emisión de CO2, por ejemplo, donde unas industrias
pueden seguir contaminando por lo que otras no lo hacen, me parece perjudicial
y vergonzante. El principio de política ambiental debe ser: “quien contamina,
paga”, no “quien paga, contamina”.
De modo que cuando hoy precisamente se habla de las tres “P”
en este sentido: “Planet, People, Profit”, traducido como “Planeta, Personas,
Prosperidad”, yo levanto la ceja de mis dudas. Porque en español me gusta, pero
en inglés no tanto. Por eso propongo hacer un uso progresista del lenguaje gracias
a una simple coma. A quitar una coma. O sea, yo propondría decir: “Planet,
People Profit”. Solo ese “beneficio ciudadano” ese “lucro común” me parece que
responde de verdad de la buena al concepto primigenio de DS.
En definitiva, aquellos que defienden que el DS “debe
resultar rentable económicamente” yerran al aplicar una realidad profundamente
capitalista a un concepto que es diametralmente opuesto. Solo cuando nos
libremos de la lógica económica imperante del capitalismo, que todo lo permea,
tendrá sentido esa otra sociedad a la que apunta el DS, basada en lo
participativo y en el equilibrio ambiental, social, y económico no capitalista,
sino humano.
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