Cuánto plañidero estos días por el confinamiento.
A todos
esos que tanto y tanto se quejan porque no se les permite salir a tomar una
cerveza, les comparto un resumen de la vida de György Ligeti.
Lo cierto es que
no me invento el nombre, pero podría servir el suyo para nombrar a millones. Algunos
que incluso aún viven entre nosotros tras haber tenido experiencias similares a
las de este. Nacido en 1923, y fallecido ya en este siglo XXI.
Tal vez no muchos sepan que fue el compositor de ciertas
obras de música clásica contemporánea. Pese a su tormentosa existencia, en vez
de ponerse a lloriquear por no poder dar un paseo, fue capaz de escribir música
llena de luminosidad e ingenio (como dice Alex Ross en su magnífica obra “El
ruido eterno”).
Cuatro de sus partituras (Réquiem, Luz aeterna, Atmosphères
y Aventures) se las afanó (sin pedirle permiso ni pagarle derechos) Stanley
Kubrick, para su “2001: Una odisea del espacio”. O sea, no sabremos quién es pero una gran mayoría de nosotros lo ha "escuchado".
Pues resumiendo, con Alex Ross, la azarosa existencia de este
buen mortal: Nació, ya digo, “en 1923 en Transilvania, en el seno de una
familia de judíos húngaros exiliados. Pues tres años antes de que Ligeti naciera, Transilvania pasó a
ser parte de Rumanía. En 1940, el gobierno fascista de Hungría recuperó aquel
territorio. Ligeti, llevando la cinta amarilla que lo identificaba como la hez
de la sociedad, fue enviado a una cuadrilla de trabajos forzados (cargando
explosivos para el frente oriental). Cuando los nazis se hicieron con el
control del país comenzaron las deportaciones a los campos de la muerte. Tras
sopesar las probabilidades de morir en combate, de un tiro de las SS o en un
capo de concentración, Ligeti desertó de la primera línea del frente. Cayó inmediatamente
en manos de las tropas soviéticas, pero una vez más consiguió escapar. Tras un
largo viaje a pie hasta su casa descubrió que su pueblo ahora estaba en poder
de la URSS y había unos extraños viviendo en la casa de sus padres. Solo
después de terminada la guerra sabría que su padre había muerto en Bergen-Belsen,
su hermano en Mauthausen y su tía y su tío en Auschwitz".
La pesadilla no concluyó en 1945. Los soviéticos mantuvieron
el control de Hungría y “los mismos matones que habían cometido atrocidades en
nombre del fascista partido de la Cruz Flechada, trabajaron para los comunistas
de Mátyas Rákosi". Hasta que, en 1956, el intento reformista de un nuevo gobierno acabó abrupta y violentamente mediante
la conocida invasión de los tanques soviéticos. Y Ligeti volvió a huir. Esta vez
a Europa occidental, escondiéndose debajo de las sacas del correo del tren
postal y cruzando la frontera austriaca, iluminado por bengalas militares…
En fin, una historia como la de tantos otros millones hace
apenas ochenta años. Así que, propondría: antes de ponernos a gimotear por el confinamiento y el virus, seamos
capaces de reconocer que somos unos privilegiados. Y que si queremos merecer lo que hemos heredado sin haber hecho nada de valor para ello, por lo menos
nos comportemos con un mínimo de gallardía.
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