Hoy os comparto esto que me ha llegado. Ni una palabra mía, que echaría a perder el necesario, tan necesario mensaje que contienen estas rebeldes palabras:
Maximiliano Diego | Salud Diario | 11/04/2014
Miembro de la Asociación para la Defensa de la Sanidad
Pública de Salamanca (ADSP)
Un paciente que ya habíamos atendido previamente ingresó de
nuevo con un segundo infarto y, al mirar sus arterias, encontramos que el stent,
el muelle, implantado unos meses antes, se había trombosado, provocando
un segundo infarto mucho más grave que el primero.
Mientras intentábamos reparar de nuevo su arteria enferma,
nos aseguró que seguía tomando sus pastillas, pero la relación entre la
trombosis de prótesis endovasculares y el abandono del tratamiento es tan alta
que, ante nuestra insistencia, terminó por reconocer que lo había dejado dos
meses atrás. La situación es muy sencilla: no tiene trabajo, cobra
exclusivamente los cuatrocientos euros de la ayuda extraordinaria para
desempleados y el tratamiento le costaba más de cien euros mensuales. Tiene
mujer, sin empleo, y un hijo pequeño.
“O comemos, o tomo las pastillas”.
Allí mismo, este hombre se puso a llorar. Lágrimas
silenciosas, sin aspavientos. Lloraba de miedo ante la proximidad de la muerte
o de algo peor; pero, sobre todo, lloraba de vergüenza, de tener que mentir a
su médico porque no se atreve a reconocer que no tiene suficiente para pagar el
tratamiento que éste le receta.
Durante el último año, hemos visto esta misma situación en
repetidas ocasiones. En demasiadas, creo. Nunca antes, en muchos años de
ejercicio profesional, nos habíamos encontrado con algo así. Además, si todo se
redujera al dinero, el gasto sanitario que supone una trombosis de stent supera
en muchas, muchas veces el gasto farmacéutico del tratamiento complementario.
No es él quien tiene que llorar de vergüenza. No lo es.
© Fotografía saludadiario.es
No lo es, estoy de acuerdo contigo. Ni siquiera quienes se juegan la vida intentando llegar a un mundo que creen mejor, porque aún no saben que el poder y la sensibilidad hacia los más débiles, no saben ser pareja.
ResponderEliminarComparto tus lágrimas de vergüenza. Un abrazo.
Impresionante