Tengo una creciente impresión de que los nordacas vivimos en
una época hedonista cuyo principal eslogan y más importante motivación es la de
que todo es posible, que no nos cortemos por nada, que explotemos cuanto se nos
ponga por delante. O por detrás. O por los lados. Todo es nuestro. Nos lo
merecemos por no sé qué arcano axioma y es un Derecho tan Fundamental como los
constitucionales.
La tecnología, con las increíbles posibilidades que ofrece,
ha jugado mucho en este “a por todo” sin importar nada de lo que suceda fuera
del estricto y propio goce. Así ocurre que, parejo a ese furor por hacerlo todo,
tenerlo todo, usarlo todo, va el hecho de no recapacitar en las consecuencias.
Porque el mero hecho de pensar en nuestra huella sobre la realidad nos
arruinaría el espectáculo.
Pero este hecho (el desinterés por recapacitar sobre las
consecuencias) se ha convertido él mismo en una cuestión de primera magnitud
tan importante como la misma que lo genera (el deseo sin freno). Más grave aún, pues transforma no solo la manera de actuar sino la de “ser” en el mundo.
Por ejemplo, los nordacas consumimos de un modo feroz. ¿Que
eso tiene implicaciones ambientales innegables: agotamiento de recursos,
contaminación, insolidaridad? Pues da lo mismo. Porque nosotros nos hemos “ganado”
el derecho a hacer lo que nos venga en gana. Y no vamos a renunciar a nada en
absoluto. Ni siquiera consideramos limitarnos mínimamente en nuestras infinitas ambiciones.
Así estamos acuñando la Sociedad de los Irresponsables. Y
ocurre también como con la genética. Otro ejemplo paradigmático de esta
Sociedad de los Irresponsables.
La genética se ha erigido en diosa ubicua de nuestra
realidad social. Todo, literalmente, está en los genes y eso parece eximirnos
de cualquier acción de la voluntad.
¿Que tienes una fibrosis de hígado? No es culpa tuya y de tus
gintonics, qué va. El culpable es el gen de la hemocromatosis.
¿Que tu obesidad destroza tus articulaciones, apenas te deja
respirar o dormir? Qué se le va a hacer, no se trata de privarte del décimo donuts,
cuando el causante de aquello es no sé qué gen heredado. Y si tu padre resulta
que no fue tan gordo como tú será por casualidad. Habría que ver a tu tatarabuelo.
¿Que te da por robar minucias en los supermercados? Tampoco
eres responsable, seguro que hay un gen que te predispone a ello, pobrecito tú.
¿Que tienes un accidente por ir bebido o drogado? Habrá que
estudiar qué gen te ha hecho cometer tamaño dislate.
Es todo puro-impuro enmascaramiento, infecto subterfugio. No niego
la influencia de la genética. Pero en diferentes medidas. No todo son los genes
y, sobre todo, los genes no son lo único. Y aunque a veces en situaciones concretas
nos traicionen, ello no puede suplantar el valor de la voluntad. El hecho
de asumir nuestra propia responsabilidad
para con nosotros mismos y con el mundo. El resto son excusas de niño que solo
piensa en pasárselo en grande e intenta
convencernos de algo imposible cuando le han pillado haciendo una trastada…
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