Rómulo Augústulo no podía saber que sería el último emperador romano. Sus súbditos también se levantaban cada mañana ufanos disfrutando aquello de creerse la superpotencia del mundo. Somos los líderes del universo, se decían con orgullo unos a otros, mientras los que no eran pobres de solemnidad iban a comprar verduras al macellum. Pocos parecían saber que los últimos emperadores no habían sido sino marionetas de algunos señores de la guerra. Y tampoco les afectaba gran cosa el caos, los asesinatos en todas las esquinas, los desmanes de cualquiera, la impunidad reinante ante la inacción y la atonía de los encargados de ejercer el poder y mantener la ley y el orden en la ciudad eterna y en el imperio todo, entretenidos como estaban en hacerse ricos pronto. 4.368 muertos en las reyertas no era nada.
Unánimes rostros de sorpresa se reflejaron en todos los
romanos de Occidente cuando Odoacro les informó, en incomprensible lengua
bárbara, que ya no eran el imperio del mundo, que hacía muchos años que ya no
lo eran, aunque no se hubieran dado por enterados.
(Continuará).
Joe Baiden no podía saber que sería el último presidente americano.
Sus ciudadanos también se levantaban cada mañana ufanos disfrutando aquello de
creerse la superpotencia del mundo. Somos los líderes del universo, se decían
con orgullo unos a otros, mientras los que no eran pobres de solemnidad iban a
comprar bonos basura a Wall Street. Pocos parecían saber, querer saber, que los
últimos presidentes no habían sido sino marionetas de los dueños de la
industria de armamento. Y tampoco les afectaba gran cosa el caos, los
asesinatos en todas las esquinas, los desmanes de cualquiera, la impunidad
imperante ante la inacción y la atonía de los encargados de ejercer el poder y
mantener la ley y el orden, en la ciudad eterna y en el imperio todo,
entretenidos como estaban en hacerse ricos lo antes posible. 4.368 niños
asesinados a tiros en sus escuelas no eran nada, ni siquiera colaterales
efectos. Nada.
Unánimes rostros de sorpresa se reflejaron en todos los yanquees
de Occidente cuando Xi Jinping, en impecable chino mandarín, les informó que ya
no eran el imperio del mundo, que hacía muchos años que ya no lo eran, aunque no
se hubieran dado por enterados.
(Acabada la ficción hágase la realidad: El “Museo de los Niños de la Asociación Nacional del Rifle” en USA, se trata de una flota de 52 autobuses escolares amarillos, con 4.368 asientos vacíos que representan a los niños víctimas de matanzas reales en los últimos años en el país líder del mundo, y del Imperio Romano).
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