Estoy todavía estupefacto por comprobar tan pronto cómo han
cambiado radicalmente las cosas en nuestra monarquía. No me esperaba yo tanto
arrojo a la hora de demostrarnos a los ciudadanos que Felipe VI iba a dar un
nuevo aire a su reinado.
En su papel de representante mío por obra y gracia de los
genes, que no de los votos, la verdad es que me quedo encantado. Puestos a que
el monarca podía haber hecho su primer viaje para visitar al muftí de la Meca,
ha preferido, con mucho acierto, presentar sus respetos, y el de todos los
españoles, preguntados o no, al papa. Algo mucho más importante sin duda que ir
a ver al efímero y falible presidente… de Francia, pongo por caso, con quien
tenemos acuerdos, no concordatos, lo que desmerece mucho del glamur, todo sea
dicho.
En fin, tanta es mi estupefacción, digo, que hoy no soy
capaz de pensar por mí mismo y me refugio una vez más en uno de mis libros de
cabecera “Del buen uso de la lentitud”, de Pierre Sansot:
“La humanidad progresa, debe progresar, y este progreso se
traduce en más conciencia y libertad, dos valores que caracterizan la cultura… Hay
que hacer continuamente más viva y más eficaz la acción cultural, porque la
cultura y la democracia no podrían estar disociadas. Un hombre libre es un
individuo que toma conciencia de las necesidades que pesan sobre él e intenta
contrarrestarlas para desarrollarse. La alienación por el trabajo no es lo
único que obstaculiza el destino de una persona o de un país. La persona puede
ser desposeída de sí misma en lo que concierne a su palabra, sus deseos, por
toda clase de confiscaciones, de manipulaciones, por una ideología difusa de la
que hay que apartarse. La cultura no es un lujo, una diversión –como con
frecuencia se repite-, sino un tarea para ser uno mismo y para que los otros se
conviertan en ellos mismos. No es solamente un conjunto de bienes de los que
dispondremos para nuestro mayor contento. Nos compromete en un proceso de
creación, sea para inventar por nosotros mismos, sea para acoger, dando el
último toque, a lo que se nos propone…”.
Cultura, dice Sansot, para ser libres. Y yo, torpe de mí,
que en esa visión de la cultura, no sé dónde ni cómo enmarcar las dos viles genuflexiones
que en mi nombre y el vuestro la reina de España ha dado ante el papa (sin
mantilla, eso sí, no como María Teresa Fernández de la Vega).
Cultura, dice Sansot, para tener conciencia. Y yo, necio de
mí, que en esa visión de la cultura, en vez de los serviles monosílabos de
nuestro rey habría querido escucharle citar ante el papa las palabras del
caballero medieval valenciano Francesc de Vinatea hace casi mil años: “Cada uno
de nos somos tanto como vos, pero todos juntos mucho más que vos”.
En fin, demencias mías, optemos por la impavidez… "si
fragtus illabatur orbis; impavidum ferient ruinae" (Horacio).
Fotografías: muslimsdebate.com, vanitatis.elconfidencial.com,
tusquetseditores.com
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