Leo que EEUU por fin ha “prometido reducir su arsenal de nueve millones de minas antipersonal, paso decisivo para sumarse en el futuro al Tratado de prohibición de este tipo de armas” que tanto dolor causan a la población inocente no combatiente. Según el Servicio de naciones Unidas para Actividades relativas a las Minas (UNMAS) éstas matan anualmente entre 15.000 y 20.000 personas en todo el mundo, la gran mayoría civiles.
En 1995, casi nada, hace veinte años, estábamos intentando
en la ONU hacer que el Tratado de Armas Excesivamente Dañinas o de Efectos
Indiscriminados prohibiera definitivamente las minas. El tratado se llama así,
no es una broma de mal gusto, incluye armas que no distinguen combatientes de
población civil, niños… como las minas antipersonal y también otras proezas de
la inventiva humana dedicadas no tanto a matar como a causar heridos, algo
mucho más gravoso de manejar por un país en guerra, como balas que se deshacen
en microscópicos fragmentos que provocan septicemias horribles, o armas láser
diseñadas sólo para dejar ciego al contrario… reconfortantes invenciones
humanas. Intentábamos, digo, que el Protocolo II del Tratado prohibiera
definitivamente las minas, pero EEUU boicoteó la reunión que acabó en un sonado
fracaso en Viena en otoño de 1995.
Un grupo de países civilizados con Canadá al frente propuso
entonces, al margen de las anteriores negociaciones, lo que se denominó el
Tratado de Ottawa de 1997 para la completa erradicación de las minas, al que se
fueron adhiriendo 161 países como España que dejó de fabricar minas y destruyó
sus arsenales. Pero EEUU no lo hizo. Entre otras cosas por negarse a asumir la
responsabilidad de tener que quitar las que había sembrado, por ejemplo entre
las dos Coreas.
Bienvenido sea este cambio hacia la prohibición de las minas
en EEUU si al final se produce, pues ya estamos habituados a que en Washington
se diga una cosa y hagan la contraria, como con el Protocolo de Kioto. Pero esperemos
que esta vez sí, las minas antipersonal queden erradicadas de la faz de la
tierra para que no siga habiendo inocentes amputados. Y para que los países que
han sufrido su lacra puedan desarrollarse, lo que no es fácil cuando estas armas
siguen activas durante años tras el fin de un conflicto. Cuando yo trabajaba
para la ONU en Angola había 6 millones de habitantes y 10 millones de minas…
casi tocábamos a dos; y al espanto de la amenaza de la muerte se sumaba que la
presencia de las minas en campos que deberían ser de cultivo impidió años y
años después el normal desarrollo del país. Póngase usted a plantar mijo donde
puede pisar una mina.
Lo dicho bienvenida EEUU a la civilización. Y ya puestos a
coger carrerilla, a ver si ese país, paradigma de los derechos humanos y la
democracia, se adhiere, pero sin “Reservas jurídicas” explícitas (cuando un
país firma un Tratado pero pone condiciones para su cumplimiento que de facto
dejan lo firmado en papel mojado), a otras convenciones de las que EEUU no es
miembro pleno como: la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas
Crueles,
Inhumanos o Degradantes (ONU 1984); el Convenio 138 de la OIT contra
el trabajo infantil que regula la edad mínima de admisión al empleo; o el
Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional (TPI) que juzga los crímenes
de Genocidio (matanza de miembros de un grupo étnico o social, traslado forzoso
de niños…) , los de Lesa Humanidad (exterminio, violación, tortura, esclavitud,
desapariciones…), los de guerra y de agresión (deportación, traslado,
confinamiento ilegales, ataque a poblaciones civiles…).
En el año 2000, EEUU firmó el TPI. Si bien la firma no
implicaba que el tratado fuera jurídicamente vinculante sobre los estadounidenses,
en concreto sus soldados, porque no presentó la preceptiva ratificación. De
cualquier forma, en una caso sin precedentes en el derecho internacional
público, en 2002, el Presidente Bush remitió una nota al Secretario General ONU
donde expresó la "anulación", por parte de su gobierno, de la firma
depositada por el anterior gobierno de Clinton.
La oposición norteamericana en aquellos momentos tomó además
tintes muy parecidos a un boicot cargado de amenazas. Congresistas republicanos
dijeron: “Quien se crea que el TPI puede hacerse sin Estados Unidos vive en un
mundo de sueños... ...porque sólo será viable si es apoyado por una comunidad y
no por un club”. No deja de sorprender aquella prepotencia de amos del planeta
para los que todo conjunto de Estados en el que no participen ellos mismos no
es sino un club. Sin embargo el TPI echó a andar y aunque podría y debería
hacer mucho más, por lo menos no ha quedado en algo meramente simbólico.
En fin, tal vez algún día EEUU sea capaz de estar a la
altura de la civilización que dice representar y asuma no sólo las responsabilidades
activas y directas del incumplimiento de estos tratados, por ejemplo
erradicando definitivamente el principio de “obediencia debida” de los soldados
cuando realizan crímenes de guerra, sino
que EEUU también asuma las responsabilidades indirectas de acoger bajo su
protección en la Tierra de las Oportunidades a personajes execrables, criminales,
a la vez que expulsa a los “espaldas mojadas”. Recordemos un solo ejemplo: el
famoso verdugo Nguyen Ngoc Loan que ante las cámaras de TV, impunemente asesinó
en 1969 en Vietnam a un indefenso y maniatado ser humano, y que 30 años más
tarde moría él plácidamente exiliado en Washington, en su hogar, dulce hogar.
Bienvenido sea EEUU a la civilización. Pero que EEUU
demuestre ya su supuesto liderazgo moral firmando y ratificando todos estos
tratados honrando el universal principio de que ‘sin justicia no hay paz’.
© Fotografías: Frontera patagónica entre Chile y Argentina,
de jaime alejandre; ejecución sumaria Vietnam y TPI, de wikipedia; minas antipersona
L-4, de Gervasio Sánchez en es.paperblog.com
Que así sea, aunque mi confianza no alcance para soñar.
ResponderEliminarLeerte, caro amigo, es quedarse, una vez más, sin aliento.
ResponderEliminarMirar por la rendija el cuarto oscuro de las atrocidades donde "los mayores" juegan a gobernar el mundo no puede dejarnos de otra manera.
Me voy a dar una vuelta por el campo, para respirar, sin ellos, ese otro mundo que, quizás, es posible. ¿Te apuntas?