Hoy dejo que lo que literariamente se llama en Europa un “negro”, un "ghostwritter" en EEUU, me escriba la entrada del Maine de este martes.
El artículo que reproduzco íntegro aquí salió en El Mundo el
viernes 27 de junio de este año de este siglo. El autor "arremete contra las
corrientes intelectuales que culpan al sistema capitalista de la pobreza
mundial". Y pretende explicar que en los últimos 60 años los datos demuestran
cómo la desigualdad ha caído drásticamente.
Desigualdad menguante, de Pedro Schwartz, miembro de la Real
Academia de Ciencias “Morales” y Políticas, catedrático Rafael del Pino en la
Universidad San Pablo Ceu y secretario del think tank Civismo.
http://www.elmundo.es/opinion/2014/06/26/53ac6b00268e3e41698b45aa.html
El grito de los amigos de la Humanidad es que «los pobres se
están haciendo más pobres y los ricos más ricos». Cunde la moda de señalar el
crecimiento de los ingresos y de la fortuna del «1% de ricos» de EEUU y Europa
como prueba de la injusticia del sistema. A los llamados progresistas les
faltaba base científica para condenar el sistema de libertad económica desde
que se descubrió el desastre económico y social escondido tras el Muro de
Berlín; y ahora no saben qué hacer para salvar el Estado de Bienestar. Por eso
han acogido con alborozo el libro del economista francés Piketty sobre El
capital en el siglo XXI, cuya tesis es que el sistema capitalista está
condenado a ser cada vez más desigual hasta hundirse en una guerra social -a
menos que carguen impuestos expropiatorios sobre el ingreso y el patrimonio de
los super ricos.
Lo malo de esas afirmaciones de creciente pobreza y
desigualdad es que los datos de los últimos 60 años las echan por tierra.
Durante los 25 años que siguieron a la II GM el mismo Piketty acepta que se redujeron
las desigualdades en el mundo adelantado. No reconoce, sin embargo, que a
partir de 1970 la pobreza y la desigualdad del mundo en su conjunto han caído
drásticamente.
Veamos la pobreza absoluta: consiste en la falta de medios
para el mínimo vital. Trazar la línea de la pobreza es en cierto modo un
ejercicio arbitrario. Algunos autores ponen el umbral en un consumo de un dólar
al día por persona, otros en uno con 25, otros en dos dólares, todo a precios
de 1985. Estas cantidades son ínfimas e indican lo lejos que están de una vida
aceptable incluso los pobres que salen de la sima de la miseria. Tomemos, sin
embargo, la definición de pobreza absoluta de Naciones Unidas: un consumo de
1,25 dólares al día o menos. En 1990, la ONU proclamó ocho Objetivos de
desarrollo del milenio, que se querían alcanzar en 2015. El primero de ellos
era reducir a la mitad el número de pobres. Pues bien, el secretario general de
la ONU ha podido proclamar que en 2010 «la proporción de personas que viven en
la extrema pobreza se ha reducido a la mitad en todo el mundo». Este descenso
se ha logrado ¡cinco años antes de lo previsto en dichos Objetivos del Milenio!
La pobreza relativa, en cambio, en la que se fijan los
críticos del capitalismo no desaparecerá nunca. Se define como la situación de
aquellos cuyo consumo es un 60% o menos que el de la persona que se encuentra
exactamente en el punto medio de la distribución del ingreso. Siempre habrá
personas relativamente pobres, excepto si todos los habitantes consumen
exactamente lo mismo, aunque el punto medio y la situación de los muy pobres
vaya elevándose con el crecimiento económico. Yo, por el contrario, me
encuentro entre quienes consideran vital que disminuya el número de pobres, aunque
la distribución de la sociedad en su conjunto sea poco igualitaria -o
precisamente porque lo es.
Tomemos las cifras de Pinkovskiy y Sala i Martín. El número
de pobres que viven con $1 al día ha caído del 26,8% de la población mundial en
1970 al 5,6% en 2006 (último año para el que hay datos completos); y el de los
que viven con 2 dólares al día se ha reducido en esos mismos años del 45,2% al
13,1% de la población. Digámoslo en número de personas. La población mundial
aumentó de 1970 a 2006 en unos 2.885 millones de personas, hasta alcanzar en
2006 un total de casi 6.500 millones. Es sabido que son las familias pobres del
mundo las que, como necesitan brazos jóvenes para sobrevivir, se ven llevadas a
tener numerosa prole. Sin embargo y pese a ese aumento de la población mundial,
entre 1970 y 2006 el número de personas que viven con 1 dólar al día disminuyó
en unos 617 millones de personas; y el de los que viven con menos de 2 dólares
al día menguó en 783 millones.
La segunda noción estadística elemental es que, si el número
de pobres cae, teniendo como tiene un peso importante en el conjunto de la
población mundial, cualquier índice de desigualdad tenderá a reducirse. Eso
mismo muestran los índices de desigualdad. Tomemos el más utilizado, el Índice
Gini. Si el valor 1 indica la desigualdad extrema y el 0 la igualdad absoluta,
dicho índice ha pasado para el mundo en su conjunto, según Pinkovskiy y Sala i
Martín, de un 0,676 a un 0,612. También la desigualdad en el mundo, pues, se ha
reducido notablemente en esos 36 años -un 9% nada menos. Conclusión: no se
puede dudar de que la desigualdad mundial se ha reducido, digan lo que quieran
los ricos con mala conciencia en Davos o los desesperados progresistas lectores
del profesor Piketty.
Quedan dos cosas que preguntarse: ¿qué predice Piketty sobre
el futuro del capitalismo, pese a la evidencia que acabo de presentar y que él
no ha considerado más que muy superficialmente?; y ¿a qué se debe este progreso
económico y social tan notable y tan favorable a quienes más lo necesitan?
El título del libro de Piketty ya indica dónde se inspira:
El Capital en el Siglo XXI es un trasunto de Das Kapital de Marx. Confiesa
Piketty que las profecías de Marx sobre la evolución necesaria del capitalismo
han resultado falsas. La razón por la que Marx se equivocó, dice Piketty, al
proclamar que el sistema de propiedad privada y libre competencia caminaba
hacia su implosión es que no supo ver su capacidad de invención y progreso
técnico, que llevaron a la decidida mejora de las condiciones de vida del
proletariado. Piketty presenta unas «leyes de evolución» del sistema
capitalista aparentemente menos rígidas que las de Marx pero igualmente
condenatorias y pesimistas. Sobre la base de un estudio estadístico exhaustivo
de las cifras de ingresos y riqueza de la capa superior de la población en los
países adelantados desde por lo menos el principio del siglo XIX, sostiene que
el progreso tecnológico y la capacidad de crecimiento de las grandes economías
están decayendo sin remedio. Ello llevaría a un continuo crecimiento de la
desigualdad, al fallar precisamente los factores que tienden a favorecer a los
trabajadores por llevar al aumento de su productividad. ¿Cómo sabe que
fallarán? No nos lo dice. Se contenta con extrapolar tendencias sin dar razones
de su persistencia. A la postre, el modelo del sistema capitalista de Piketty
es el mismo de Marx. Es muy probable que las profecías de ambos resulten
igualmente equivocadas.
La mejora de la situación de los proletarios del Tercer
Mundo es indubitable. El avance de China y los demás tigres de Oriente, y ahora
de Latinoamérica y África, no se deben tanto a beneméritos programas de ONG o a
esas ayudas públicas que a veces acaban en paraísos fiscales. La causa de esa
mejora se encuentra en los avances técnicos y en la creciente globalización
comercial traída por el capitalismo. La búsqueda de la fortuna es el verdadero
incentivo para esos avances. Si bien los amigos de los políticos a veces
prosperan gracias a la protección pública, son los inventores, artistas,
empresarios, financieros que descubren los deseos y necesidades del público
quienes se enriquecen por sus servicios a la comunidad. Nuestros intelectuales
no ven la reducción de la pobreza mundial por estar obsesos con el
estancamiento de los ingresos de la clase media de EEUU y Europa, que se debe
al desplazamiento de trabajadores por la competencia del mundo menos desarrollado
en su camino hacia una mayor igualdad. Desde el punto de vista del bienestar de
la Humanidad, este efecto de la competencia económica es positivo, sobre todo
si los desplazados consiguen adaptarse a las nuevas condiciones. ¿No somos los
amigos del Tercer Mundo partidarios de una mayor igualdad?
Fotografías: cadenaser.com, expansion.com,
cnnexpansion.com, oxfam, taringa.net
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