You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

lunes, 1 de octubre de 2018

Fascismo: indiferencia, conveniencia y desentendimiento


Parece que en nuestros días el principal (si no único) modo en el que una mayoría de ciudadanos expresamos nuestra “rebeldía” es en la apariencia física: ropa, tatuajes, peinados. Por desgracia, el hecho precisamente de que “podamos” expresar así la rebeldía, sin ser encarcelados por ello, desposee de su íntima naturaleza a esa supuesta rebelión.
Lo grave es, me temo, que nos encontramos ante un espejismo de libertad individual de indumentaria, gestos y comportamientos (cuyo principal efecto a veces no es otro que la falta de urbanidad) que contrasta con la sumisión a lo esencial.
Y lo peor de todo es que finalmente para muchos de nosotros, venir al trabajo sin corbata, lucir un arete de pirata en la oreja o un pirsin en el ombligo o tatuarnos el hombro, parece exonerarnos de otras responsabilidades como la de alzarnos contra cuestiones de mayor enjundia: injusticias, holocaustos migratorios, resignación ante la inanidad de la democracia abducida por fácticos poderes (“donde obediencia, meritocracia y desigualdad de clase se habrían naturalizado bajo una apariencia falsamente democrática”)…
Pero tal vez no sea nunca tarde para reaccionar. Para intentar vislumbrar la confusa realidad (confusa por intereses muy concretos) desde una óptica que permita comprender las relaciones ocultas de la verdad. Así creo que un buen incentivo es leer los libros “Postfascismos. El lado oscuro de la democracia”, de José Manuel Querol, Díaz & Pons, editores (del que ya hablé en su momento) y “¡Suban a bordo!, introducción al fascismo de baja intensidad”, de Antonio Méndez Rubio, Editorial Grupo 5:
“Internet y otros medios electrónicos se fundamentan en la velocidad y en la distracción, en la atención cambiante a toda prisa. Las emociones superiores, como la empatía y la compasión, emergen de procesos neuronales que son lentos por naturaleza. Cuanto más distraídos nos volvemos, menos capaces somos de experimentar dichas emociones, o de ver las cosas desde la perspectiva de otros. Es posible que estas tecnologías  estén minando nuestro juicio moral…” (M. Berman).
“Esta tendencia al conformismo es más amplia y más profunda en el mundo contemporáneo que en el pasado: la estandarización de los modos de pensar y de obrar alcanza proporciones incluso continentales” (A. Gramsci).
“El fascismo funciona más bien como una constelación o ‘red compleja de interacción’ entre elementos que tal vez no sean fascistas tomados uno por uno, pero que al interactuar unos con otros en determinados contextos de crisis socioeconómica y política activan la maquinaria catastrófica del fascismo” (R. O. Paxton).
“El fascismo de hoy, a diferencia del fascismo clásico, es más difícil de combatir porque lo llevamos en el fondo de nuestros corazones. El fascismo de baja intensidad, en este sentido, pivota no ya en torno a la política del Estado como ocurría con los fascismos clásicos, sino en torno a la economía de mercado y los enclaves estratégicos que son la ciudad, la marca y ese espejismo interesado que sería la aldea global. De hecho, los golpes de Estado han cedido su puesto a la pujanza al aparecer incontestable de un nuevo totalitarismo de mercado, globalizado, en abierto” (M. Vázquez Montalbán y A. Méndez Rubio).
“Lo que se oculta, con Google, bajo las apariencias de una interfaz y de un motor de búsqueda con una rara eficacia, es un proyecto explícitamente político. Una empresa que cartografía el planeta Tierra, enviando equipos a cada una de las calles de cada una de sus ciudades, no puede tener intenciones llanamente comerciales. Nunca se cartografía sino aquello de lo que uno medita adueñarse” (Comité Invisible).
“Los resultados de esta despreocupada sociedad de consumo son los de una dictadura” (P.P. Pasolini).
“Todo está planteado para crear una conciencia de subordinación. Lo único que queda es el individuo que maximiza su riqueza y se subordina al poder sin pensar en nadie más. Y eso tiene unos efectos. Se puede observar en las multitudes. Una de las primeras tareas consiste en hacer que la gente entienda que vive en condiciones de opresión y dominación. No es nada obvio, y quién sabe qué formas de opresión y dominación estamos aceptando ahora mismo sin llegar siquiera a percatarnos” (N. Chomsky).
“El fascismo moderno se inhibe en la asunción indiscriminada del autoritarismo, el industrialismo inhumano y la estandarización de los comportamientos y las actitudes. Como si resaltar la figura contribuyera a no ver el fondo. La situación en esto es análoga a la que ocurre con la opinión pública (que paradójicamente, como dice Habermas, está en manos privadas) cuando se informa sobre la corrupción: se enfoca de forma tan personalizada que, a más información sobre la corrupción de la clase política, menos análisis de la corrupción propia de un modelo político como el vigente, donde el primado de los intereses privados bloquea el acceso a una regulación equitativa del interés público o bien común” (A. Méndez Rubio).
“¿Por qué hay gente que confunde lo utópico con lo prohibido?” (El Roto).
“¿Los refugiados (‘el precio que paga la “humanidad” por la economía global’, según S. Zizek) venidos de Siria y otros países árabes o en guerra supone una “puesta a prueba de las fronteras de Europa”? ¿De verdad? ¿De verdad la muerte de adultos, ancianos y niños lo que está planteando es el problema de las “fronteras de Europa”? ¿Tan sencillamente cínico como eso? ¿Es eso simple y llanamente lo que se pone de manifiesto cuando, en los primeros días de septiembre de 2015, la política de fronteras en Austria recurre al marcaje con números en la piel a las personas en busca de refugio, de comida, de trabajo, de techo?” (A. Méndez Rubio).
“La próxima ola de fascismo vendrá con una cara amable” (Michael Moore, noviembre 2016)… Pero no nos precipitemos: no es Trump quien traerá esa ola, es  esa ola la que ha subido a Trump, como a tantos otros en otros países, hasta lo más alto” (A. Méndez Rubio).
“Tenemos ya informes que registran cómo en torno a la mitad de las personas sin hogar sufren agresiones y vejaciones en la calle, dos de cada tres agresiones con testigos pasivos, y mayormente provocadas por jóvenes que incluyen esa violencia en sus noches de diversión” (A. Méndez Rubio).
“En el cine comercial de Hollywood, sin ir más lejos, es más fácil encontrar representaciones del fin del mundo, de que la humanidad se acaba del todo, antes que propuestas imaginativas sobre el final del capitalismo. La industria cultural prefiere el apocalipsis antes que un mundo nuevo” (A. Méndez Rubio).
“La pauta del fascismo clásico que orientaba la acción represiva y de exterminio hacia la “raza” (criterio de identidad étnico-nacional) se ha desplazado así hacia un foco puesto en la “clase” (o sea, la pobreza global, que es para el sistema neoliberal una especie de adicción imparable e imprescindible para la reproducción del propio sistema). Dice Zizek que se trata con los refugiados de una nueva “lucha de clases”, pero eso parece un eufemismo cuando una de las dos partes se hunde en la impotencia de no poder luchar salvo para sobrevivir. Los intereses macroeconómicos se dinamizan más en concreto a través de esa punta de lanza del mercado que son las corporaciones del audiovisual o mass-media, con sus nuevas tecnologías de manipulación y seducción de masas… … como vamos formando corazas en torno nuestro, corazas de tipo defensivo-agresivo, que en ciertas minorías de ultraderecha son corazas violentas, volcadas en la fuerza física, más tradicional, pero que hoy, con la globalización acelerada de la ‘cultura de la imagen’ (‘el fascismo es la política convertida en escenografía, en estética de fuerza y poder’, J.M. Querol), lo que se vuelve ‘normal’ es la formación de corazas a través precisamente de imágenes o autoimágenes. Esa proliferación saturada de imágenes nos permite vivir en una sensación de confort, de entorno ‘indoor’, como si no pasara nada, con un sentimiento de falsa seguridad que es justo lo que luego nos hace reaccionar ante el otro como si fuera una amenaza, y como si nosotros fuéramos una manada de perros defendiendo nuestro supuesto territorio” (A. Méndez Rubio).

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