Me encanta el humor y no hay semana que no me dé por leer
algún fragmento de “La venganza de don Mendo”, cualquier pieza de Jardiel
Poncela (uno de los pocos genios del siglo XX), o un cuento de Wenceslao
Fernández Flórez.
Claro que más a menudo de lo que mis meninges querrían, mis humorísticas
lecturas las colman diversas hispánicas politicadas.
Unas de las que más me regocijan son las de los barones provincianos
del psoe cuando se ponen en modo analistos (anatontos de remate). Se parte uno:
Saben aquell que diu… que una de las claves de la debacle electoral
socialista en Andalucía ha sido el voto “emigrado” a Vox de los izquierdistas muy
izquierdistas, cazadores y “matorifes” (dícese de los que torturan a un rumiante
bovino astado hasta la muerte en un coso, coso que significa ruedo y también,
qué cosas, carcoma).
Pobres izquierdistas muy “izquierdistas-de-toda-la-vida-pero-hasta-aquí-hemos-llegado”.
Bien querrían ellos haber seguido votando al socialismo andaluz tan preocupado
por el paro, la corrupción, el modelo productivo del campo y la ciudad… pero
que han tenido que votar a Vox porque lo que de verdad les importa a ellos
hasta el voto de un segundo que luego dura cuatro años, son los escopetazos a
las perdices a contrapasa o las estocadas a volapié con pasodobles de fondo.
Igual que en 2008, que si el psoe perdió en la Comunidad
Valenciana o en Murcia no fue por los candidatos autonómicos, sus propuestas y
su personal magnetismo, sino por culpa de Narbona y adláteres con la política
de demoler casas ilegales en las costas públicas de todos, o con el no al
trasvase y el sí a las desaladoras… O en Extremadura, donde la bajada de votos
(anuncio de la pérdida del gobierno en las siguientes elecciones) no se debió a
la derechización biológica de Ibarra, sino al fundamentalismo verde de querer hacer
una declaración de impacto ambiental que evaluara convenientemente los impactos
de una refinería en pleno medio de Badajoz trayendo el oro negro a través de
toda la sierra de Aracena como si ná.
“Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”, dijo
Machado. Don Antonio pensaba entonces, tal vez, en una sola de aquellas dos
Españas. Hoy cualquiera de las dos es capaz de congelarte dejándote el rostro
como el de los que mueren en el Polo: ojos desmesuradamente abiertos y una
sardónica sonrisa en el rictus de los labios.
La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía
machadiana hoy (tal vez siempre) pervive grabada a fuego en la ignorancia de
demasiados, pero tanto a un lado como al otro de los hemiciclos: en el nacional
y, más vergonzantemente, en los autonómicos, regionalistas.
Así que yo me voy quedando atrás, atrás… en el olvido, con
la Tercera España, la de los perdedores en una latitud y en otra, la de Salvador
de Madariaga, Ángel Ganivet, Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz, Manuel
Chaves Nogales y… ¿y tú?
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