Hacía mucho tiempo que no leía un ensayo tan reconfortante y
esperanzador como la Encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco I, “Sobre el
cuidado de la casa común”.
Sé que Feisbuk y estas vainas han acuñado el gusto por lo
breve (no por breve sino por fácil, aquello en lo que no hay necesidad alguna
de poner esfuerzo en su entendimiento: una foto y una frase, a menudo
arquetípica). Y sé entonces que larguísimos parlamentos como el que voy a poner
aquí (como los que escribe mi querido y admirado Enrique Gracia Trinidad y que
tanta sagacidad contienen) pocos lectores suelen tener en el mundo éste de la
inmediatez. Pero me da lo mismo, allá va mi comentario. Y si eres de los que no
tiene prisa para las cosas importantes, demórate no solo en la lectura de estas
diletantes notas sino de la Encíclica completa.
Porque este texto vaticano que aquí gloso debería ser de
lectura obligatoria en todos los colegios. Y también, y sobre todo, en todas
las escuelas de negocios. Pocos ensayos como éste combaten con tanta certeza y
ecuanimidad el capitalismo salvaje imperante y muestran otro mundo posible
basado en la colaboración, la solidaridad, el desarrollo. Desarrollo que no es
solo crecimiento. Y sobre todo jamás es crecimiento a toda costa, a cualquier
precio. En especial cuando el precio de ese concreto crecimiento y del
desaforado bienestar de unos lo pagan otros, los más pobres, los más desfavorecidos.
No todo está perdido si una institución que ha pecado (sic) de un contra natura
conservadurismo reaccionario vuelve a tener entre sus principales hombres (y
esperemos que más pronto que nada también entre sus mujeres) aquellos que
defienden y reivindican un cristianismo de rostro humano, la doctrina más
social de la Iglesia.
Creo, eso sí, que el Espíritu Santo ha iluminado al Papa Francisco
I (que es lo mejor que le ha sucedido a la iglesia católica en trescientos
años) a través del trabajo redactor de Pablo d’Ors, amigo mío que lo es desde la
adolescencia, lo cual me alegra todavía más.
No siendo yo creyente, el Capítulo 2 de la Encíclica y
algunas cuestiones más no me atañen completamente, pero sépase que hasta en las
partes más “ortodoxas” me he sentido involucrado. Algunos otros párrafos pueden
ser tachados de hipócritas, de acuerdo, pero, en fin, no es nada a lo que no
estemos demasiado acostumbrados en cualquier programa electoral, y éstos muchas
veces no tienen nada en absoluto que no sea puro detrito, mientras que la
Encíclica está repleta de sabiduría y esperanza:
“… las raíces éticas y espirituales de los problemas
ambientales, nos invitan a encontrar soluciones no solo en la técnica sino en
un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos solo los síntomas.
Proponernos pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del
desperdicio a la capacidad de compartir, aprender a dar, y no simplemente
renunciar…”.
“… muchos dirán que no tienen conciencia de realizar
acciones inmorales, porque la distracción constante nos quita la valentía de
advertir la realidad de un mundo limitado y finito. Por eso, hoy cualquier cosa
que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del
mercado divinizado, convertidos en regla absoluta…”.
“… especialmente deberían exasperarnos las enormes
inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se
consideren más dignos que otros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran
en una degradante miseria, sin posibilidades reales de superación, mientras
otros ni siquiera saben qué hacer con lo que poseen, ostentan vanidosamente una
supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicios que sería
imposible generalizar sin destrozar el planeta. Seguimos admitiendo en la
práctica que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con
mayores derechos…”.
A los atávicos adoradores del maltrato animal, fanáticos de
la lidia, muchos de ellos fervientes católicos, les recomiendo que presten
atención a su jefe terrenal, su Papa: “… nada ni nadie está excluido de la
fraternidad… la indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este
mundo siempre terminan trasladándose de algún modo al trato que damos a otros
seres humanos. El corazón es uno solo, y la misma miseria que lleva a maltratar
a un animal no tarda en manifestarse en la relación con las demás personas.
Todo ensañamiento con cualquier criatura es contrario a la dignidad humana…”.
“… qué significa el mandamiento ‘No matarás’ cuando un
veinte por ciento de la población consume recursos en tal medida que roba a las
naciones pobres y a las futuras generaciones la que necesitan para sobrevivir…”.
“… el paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su
dominio sobre la economía y la política. La economía asume todo desarrollo
tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales
consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía
real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con
mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental. En algunos
círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos
los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma, con lenguajes no
académicos, que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente
se resolverán con el crecimiento del mercado… El ambiente es uno de esos bienes
que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover
adecuadamente. Una vez más, conviene evitar una concepción mágica del mercado,
que tiende a pensar que los problemas se resuelven solo con el crecimiento de
los beneficios de las empresas o de los individuos. ¿Es realista espera que
quien se obsesiona por el máximo beneficio se detenga a pensar en los efectos
ambientales que dejará a las próximas generaciones?...”. (¿Qué pensará –perdón por
el oxímoron- ese fanático de la visión mágica de lo existencia, ese mercader
que es Carlos Rodríguez Braun?).
“… la especialización propia d la tecnología implica una
gran dificultad para mirar el conjunto. La fragmentación de los saberes cumple
su función a la hora de lograr aplicaciones concretas, pero suele llevar a
perder el sentido de la totalidad, de las relaciones que existen entre las
cosas, del horizonte amplio, que se vuelve irrelevante. Esto mismo impide
encontrar caminos adecuados para resolver los problemas más complejos del mundo
actual, sobre todo del medio ambiente y de los pobres, que no se pueden abordar
desde una sola mirada o desde un solo tipo de intereses… buscar solo un remedio
técnico a cada problema ambiental que surja es aislar cosas que en realidad están
entrelazadas y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema
mundial”.
“… las economías de escala, especialmente en el sector
agrícola, terminan forzando a los pequeños agricultores a vender sus tierras o
abandonar sus cultivos tradicionales. Los intentos de algunos de ellos pro
avanzar en otras formas de producción más diversificadas terminan siendo inútiles
por la dificultad de conectarse con los mercados regionales y globales o porque
la infraestructura de venta y de transporte está al servicio de las grandes
empresas…”.
Para ese mediocre prescindible que es Mariano Rajoy, que se
puso a hacer bromitas con lo de su primo y el cambio climático, creo que va
dedicado expresamente este párrafo: “… las predicciones catastróficas ya no
pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones
podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad. El ritmo de
consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado las
posibilidades del planeta, de tal manera
que el estilo de vida actual, por ser insostenible, solo puede terminar en
catástrofes…”.
Y este otro párrafo parece haber sido escrito pensando por
adelantado en el nuevo necio (¿inepto ambiental o solo obediente lacayo de
poderes fácticos?) al frente del ayuntamiento de Madrid: “… es indispensable la
continuidad, porque no se pueden modificar las políticas relacionadas con el
cambio climático y la protección del medio ambiente cada vez que cambia un
gobierno. Los resultados requieren mucho tiempo, y suponen costos inmediatos
con efectos que no podrán ser mostrados dentro del actual período de gobierno.
Por eso, sin la presión de la población y de las instituciones siempre habrá
resistencia a intervenir, más aún cuando haya urgencias que resolver. Que un
político asuma estas responsabilidades con los costos que implican, no responde
a la lógica eficientista e inmediatista de la economía y la política actual,
pero si se atreve a hacerlo, volverá a reconocer la dignidad que Dios le ha
dado como humano y dejará tras su paso por esta historia un testimonio de
generosa responsabilidad…”. Diga amén y tome
nota, José Luis Martínez-Almeida.
“… la política no debe someterse a la economía y ésta no debe
someterse a los dictámenes y al paradigma de la tecnocracia… necesitamos
imperiosamente que política y economía, en diálogo, se coloquen decididamente
al servicio de la vida, especialmente de la vida humana. La salvación de los
bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme
decisión de revisar y reformar el sistema entero, reafirma un dominio absoluto
de las finanzas que no tiene futuro y que solo podrá generar nuevas crisis
después de una larga, costosa y aparente curación. La crisis financiera de
2007-2008 era lo ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a
los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera
especulativa y de la riqueza ficticia. Pero no hubo una reacción que llevar a
repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo al mundo…”. (¡Qué socialista
decepción la mía cuando entonces no se tuvo el coraje de poner en vigor la Tasa
Tobin o la Renta Básica Universal! Pero sí de modificar el artículo 135 de
nuestra Constitución…).
“… la sobriedad que se vive con libertad y conciencia es
liberadora. No es menos vida, no es una baja intensidad sino todo lo contrario.
En realidad, quienes disfrutan más y viven mejor cada momento son los que dejan
de picotear aquí y allá, buscando siempre lo que no tienen, y experimentan lo
que es valorar cada persona y cada cosa, aprenden a tomar contacto y saben
gozar con lo más imple. Así son capaces de disminuir las necesidades
insatisfechas y reducen el cansancio y la obsesión. Se puede necesitar poco y
vivir mucho, sobre todo cuando se es capaz de desarrollar otros placeres y se
encuentra satisfacción en los encuentros fraternos, en el servicio, en el
despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el contacto con la
naturaleza, en la oración. La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades
que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que
ofrece la vida…”.
“…cuando se plantean estas cuestiones, algunos reaccionan
acusando a los demás de pretender detener irracionalmente el progreso y el
desarrollo humano. Pero tenemos que convencernos de que desacelerar un
determinado ritmo de producción y de consumo puede dar lugar a otro modo de
progreso y desarrollo… un camino de desarrollo productivo más creativo y mejor
orientado podría corregir el hecho de que haya una inversión tecnológica
excesiva para el consumo y poca para resolver problemas pendientes de la
humanidad; podría generar formas inteligentes y rentables de reutilización,
refuncionalización y reciclado; podría mejorar la eficiencia energética de las
ciudades… esta sería una creatividad capaz de hacer florecer nuevamente la
nobleza del ser humano, porque es más digno usar la inteligencia, con audacia y
responsabilidad, para encontrar formas de desarrollo sostenible y equitativo,
en el marco de una noción más amplia de lo que es la calidad de vida. En
cambio, es más indigno, superficial y menos creativo insistir en crear formas
de expolio de la naturaleza solo para ofrecer nuevas posibilidades de consumo y
de rédito inmediato…”.
Sí, la Encíclica está llena de propósitos éticos
inexcusables para la humanidad y también de cuestiones técnicas muy precisas. Como
la acertada crítica al mecanismo de mercado de derechos de emisión de gases
contaminantes: “… la estrategia de compraventa de bonos de carbono puede dar
lugar a una nueva forma de especulación, y no servir para reducir la emisión
global de gases contaminantes. Este sistema parece ser una solución rápida y
fácil, con la apariencia de cierto compromiso con el medio ambiente, pero de
ninguna manera implica un cambio radical a la altura de las circunstancias. Más
bien puede convertirse en un recurso diversivo que permita sostener el
sobreconsumo de algunos países y sectores…”.
En fin, son estos simplemente unos ejemplos diversos de la
amplitud de la reflexión de Francisco I sobre el mundo actual. La Encíclica
completa está llena de sorprendentes análisis y propuestas y merece una lectura
detenida e integral. También cuestiones menores llamarán vuestra atención. Por
ejemplo el penoso espacio que ocupa en el catolicismo más avanzado esta arcaica
iglesia española que pretende aún presumir de ser la reserva espiritual de su propia
religión en el mundo y sin embargo es apenas un vergonzante recuelo de muy
pasadas visiones inquisitoriales. Así en la Encíclica se descubrirán muchas
magníficas reflexiones de los Obispos de Brasil de Portugal, de Australia, de Bolivia, de México… de decenas de latitudes, pero ni una sola, ni una, de nuestros atávicos
obispos hispanos, al servicio del poder y de lo más retrógrado de las políticas
terrenales.
Sea.
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