You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

sábado, 13 de julio de 2019

Laudato Si’



Hacía mucho tiempo que no leía un ensayo tan reconfortante y esperanzador como la Encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco I, “Sobre el cuidado de la casa común”.
Sé que Feisbuk y estas vainas han acuñado el gusto por lo breve (no por breve sino por fácil, aquello en lo que no hay necesidad alguna de poner esfuerzo en su entendimiento: una foto y una frase, a menudo arquetípica). Y sé entonces que larguísimos parlamentos como el que voy a poner aquí (como los que escribe mi querido y admirado Enrique Gracia Trinidad y que tanta sagacidad contienen) pocos lectores suelen tener en el mundo éste de la inmediatez. Pero me da lo mismo, allá va mi comentario. Y si eres de los que no tiene prisa para las cosas importantes, demórate no solo en la lectura de estas diletantes notas sino de la Encíclica completa.
Porque este texto vaticano que aquí gloso debería ser de lectura obligatoria en todos los colegios. Y también, y sobre todo, en todas las escuelas de negocios. Pocos ensayos como éste combaten con tanta certeza y ecuanimidad el capitalismo salvaje imperante y muestran otro mundo posible basado en la colaboración, la solidaridad, el desarrollo. Desarrollo que no es solo crecimiento. Y sobre todo jamás es crecimiento a toda costa, a cualquier precio. En especial cuando el precio de ese concreto crecimiento y del desaforado bienestar de unos lo pagan otros, los más pobres, los más desfavorecidos.
No todo está perdido si una institución  que ha pecado (sic) de un contra natura conservadurismo reaccionario vuelve a tener entre sus principales hombres (y esperemos que más pronto que nada también entre sus mujeres) aquellos que defienden y reivindican un cristianismo de rostro humano, la doctrina más social de la Iglesia.
Creo, eso sí, que el Espíritu Santo ha iluminado al Papa Francisco I (que es lo mejor que le ha sucedido a la iglesia católica en trescientos años) a través del trabajo redactor de Pablo d’Ors, amigo mío que lo es desde la adolescencia, lo cual me alegra todavía más.
No siendo yo creyente, el Capítulo 2 de la Encíclica y algunas cuestiones más no me atañen completamente, pero sépase que hasta en las partes más “ortodoxas” me he sentido involucrado. Algunos otros párrafos pueden ser tachados de hipócritas, de acuerdo, pero, en fin, no es nada a lo que no estemos demasiado acostumbrados en cualquier programa electoral, y éstos muchas veces no tienen nada en absoluto que no sea puro detrito, mientras que la Encíclica está repleta de sabiduría y esperanza:
“… las raíces éticas y espirituales de los problemas ambientales, nos invitan a encontrar soluciones no solo en la técnica sino en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos solo los síntomas. Proponernos pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, aprender a dar, y no simplemente renunciar…”.
“… muchos dirán que no tienen conciencia de realizar acciones inmorales, porque la distracción constante nos quita la valentía de advertir la realidad de un mundo limitado y finito. Por eso, hoy cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta…”.
“… especialmente deberían exasperarnos las enormes inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran en una degradante miseria, sin posibilidades reales de superación, mientras otros ni siquiera saben qué hacer con lo que poseen, ostentan vanidosamente una supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicios que sería imposible generalizar sin destrozar el planeta. Seguimos admitiendo en la práctica que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos…”.
A los atávicos adoradores del maltrato animal, fanáticos de la lidia, muchos de ellos fervientes católicos, les recomiendo que presten atención a su jefe terrenal, su Papa: “… nada ni nadie está excluido de la fraternidad… la indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre terminan trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos. El corazón es uno solo, y la misma miseria que lleva a maltratar a un animal no tarda en manifestarse en la relación con las demás personas. Todo ensañamiento con cualquier criatura es contrario a la dignidad humana…”.
“… qué significa el mandamiento ‘No matarás’ cuando un veinte por ciento de la población consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones la que necesitan para sobrevivir…”.
“… el paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental. En algunos círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma, con lenguajes no académicos, que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado… El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente. Una vez más, conviene evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuelven solo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o de los individuos. ¿Es realista espera que quien se obsesiona por el máximo beneficio se detenga a pensar en los efectos ambientales que dejará a las próximas generaciones?...”. (¿Qué pensará –perdón por el oxímoron- ese fanático de la visión mágica de lo existencia, ese mercader que es Carlos Rodríguez Braun?).
“… la especialización propia d la tecnología implica una gran dificultad para mirar el conjunto. La fragmentación de los saberes cumple su función a la hora de lograr aplicaciones concretas, pero suele llevar a perder el sentido de la totalidad, de las relaciones que existen entre las cosas, del horizonte amplio, que se vuelve irrelevante. Esto mismo impide encontrar caminos adecuados para resolver los problemas más complejos del mundo actual, sobre todo del medio ambiente y de los pobres, que no se pueden abordar desde una sola mirada o desde un solo tipo de intereses… buscar solo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar cosas que en realidad están entrelazadas y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial”.
“… las economías de escala, especialmente en el sector agrícola, terminan forzando a los pequeños agricultores a vender sus tierras o abandonar sus cultivos tradicionales. Los intentos de algunos de ellos pro avanzar en otras formas de producción más diversificadas terminan siendo inútiles por la dificultad de conectarse con los mercados regionales y globales o porque la infraestructura de venta y de transporte está al servicio de las grandes empresas…”.
Para ese mediocre prescindible que es Mariano Rajoy, que se puso a hacer bromitas con lo de su primo y el cambio climático, creo que va dedicado expresamente este párrafo: “… las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad. El ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta, de  tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, solo puede terminar en catástrofes…”.
Y este otro párrafo parece haber sido escrito pensando por adelantado en el nuevo necio (¿inepto ambiental o solo obediente lacayo de poderes fácticos?) al frente del ayuntamiento de Madrid: “… es indispensable la continuidad, porque no se pueden modificar las políticas relacionadas con el cambio climático y la protección del medio ambiente cada vez que cambia un gobierno. Los resultados requieren mucho tiempo, y suponen costos inmediatos con efectos que no podrán ser mostrados dentro del actual período de gobierno. Por eso, sin la presión de la población y de las instituciones siempre habrá resistencia a intervenir, más aún cuando haya urgencias que resolver. Que un político asuma estas responsabilidades con los costos que implican, no responde a la lógica eficientista e inmediatista de la economía y la política actual, pero si se atreve a hacerlo, volverá a reconocer la dignidad que Dios le ha dado como humano y dejará tras su paso por esta historia un testimonio de generosa responsabilidad…”. Diga amén y tome  nota, José Luis Martínez-Almeida.
“… la política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma de la tecnocracia… necesitamos imperiosamente que política y economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana. La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el sistema entero, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que solo podrá generar nuevas crisis después de una larga, costosa y aparente curación. La crisis financiera de 2007-2008 era lo ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de la riqueza ficticia. Pero no hubo una reacción que llevar a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo al mundo…”. (¡Qué socialista decepción la mía cuando entonces no se tuvo el coraje de poner en vigor la Tasa Tobin o la Renta Básica Universal! Pero sí de modificar el artículo 135 de nuestra Constitución…).
“… la sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora. No es menos vida, no es una baja intensidad sino todo lo contrario. En realidad, quienes disfrutan más y viven mejor cada momento son los que dejan de picotear aquí y allá, buscando siempre lo que no tienen, y experimentan lo que es valorar cada persona y cada cosa, aprenden a tomar contacto y saben gozar con lo más imple. Así son capaces de disminuir las necesidades insatisfechas y reducen el cansancio y la obsesión. Se puede necesitar poco y vivir mucho, sobre todo cuando se es capaz de desarrollar otros placeres y se encuentra satisfacción en los encuentros fraternos, en el servicio, en el despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el contacto con la naturaleza, en la oración. La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida…”.
“…cuando se plantean estas cuestiones, algunos reaccionan acusando a los demás de pretender detener irracionalmente el progreso y el desarrollo humano. Pero tenemos que convencernos de que desacelerar un determinado ritmo de producción y de consumo puede dar lugar a otro modo de progreso y desarrollo… un camino de desarrollo productivo más creativo y mejor orientado podría corregir el hecho de que haya una inversión tecnológica excesiva para el consumo y poca para resolver problemas pendientes de la humanidad; podría generar formas inteligentes y rentables de reutilización, refuncionalización y reciclado; podría mejorar la eficiencia energética de las ciudades… esta sería una creatividad capaz de hacer florecer nuevamente la nobleza del ser humano, porque es más digno usar la inteligencia, con audacia y responsabilidad, para encontrar formas de desarrollo sostenible y equitativo, en el marco de una noción más amplia de lo que es la calidad de vida. En cambio, es más indigno, superficial y menos creativo insistir en crear formas de expolio de la naturaleza solo para ofrecer nuevas posibilidades de consumo y de rédito inmediato…”.
Sí, la Encíclica está llena de propósitos éticos inexcusables para la humanidad y también de cuestiones técnicas muy precisas. Como la acertada crítica al mecanismo de mercado de derechos de emisión de gases contaminantes: “… la estrategia de compraventa de bonos de carbono puede dar lugar a una nueva forma de especulación, y no servir para reducir la emisión global de gases contaminantes. Este sistema parece ser una solución rápida y fácil, con la apariencia de cierto compromiso con el medio ambiente, pero de ninguna manera implica un cambio radical a la altura de las circunstancias. Más bien puede convertirse en un recurso diversivo que permita sostener el sobreconsumo de algunos países y sectores…”.
En fin, son estos simplemente unos ejemplos diversos de la amplitud de la reflexión de Francisco I sobre el mundo actual. La Encíclica completa está llena de sorprendentes análisis y propuestas y merece una lectura detenida e integral. También cuestiones menores llamarán vuestra atención. Por ejemplo el penoso espacio que ocupa en el catolicismo más avanzado esta arcaica iglesia española que pretende aún presumir de ser la reserva espiritual de su propia religión en el mundo y sin embargo es apenas un vergonzante recuelo de muy pasadas visiones inquisitoriales. Así en la Encíclica se descubrirán muchas magníficas reflexiones de los Obispos de Brasil de Portugal, de Australia, de Bolivia, de México… de decenas de latitudes, pero ni una sola, ni una, de nuestros atávicos obispos hispanos, al servicio del poder y de lo más retrógrado de las políticas terrenales.
Sea.

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