You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

domingo, 15 de diciembre de 2019

Adolescentes y otras vainas



El tema de Greta Thunberg ha traído tantos comentarios en las redes que, teniendo en cuenta mis sentimientos encontrados en el asunto, estaba por dejar pasar la ocasión. Pero finalmente allá va la cosa.
Aviso: sé que no se estila en nuestros cibernéticos tiempos los largos parlamentos, pero como digo más abajo, precisamente lo enormemente complejo de la realidad de la cuestión impone extensión y profundidad.
Por eso, una parte de mí piensa que la repercusión (para amigos y enemigos) de las palabras y los actos de Greta se debe a la naturaleza propia de los tiempos que vivimos: banalidad, pensamiento débil, demagogia y mediocridad intelectual. Quiero decir que la cuestión de la degradación ambiental es algo de tal complejidad científica, política y de pensamiento que me daba un poco de grima la simplificación buenista de Greta y su “hay que hacer algo”, sin siquiera evaluar un poco, al menos un poco, las dificultades de todo orden que se acumulan al respecto. Porque del mismo modo es buenismo simplista, pero en sentido contrario, el de Rajoy su primo negando el cambio climático porque ha leído un par de cómics.
La cosa tiene demasiadas aristas para contentarse con eslóganes. Por señalar de corrido solo algunas: el derecho de “los” otros a conquistar el bienestar primermundista con un esfuerzo razonable pero con su consiguiente parte alícuota de carbonización, (no hablamos de unos pocos sino de miles de millones de personas que en China, India o Brasil, verbi gratia, aspiran a incorporarse a las clases medias mundiales, comer carne, leer a la luz de una bombilla o moverse por el ancho mundo); la necesidad de repensar el modelo actual de capitalismo en toda su amplitud ya que, incluso las actuales propuestas ambientales de “reducción” de emisiones, tal vez no tan bien intencionadas, se basan en un, para mí, torticero sistema de mercado de emisiones de CO2 que perpetúa el erróneo “quien paga, contamina”, cuando el axioma debe ser “quien contamina, paga”; y, la espinosa cuestión de la transferencia de tecnología, sin la cual el desarrollo de los países más desfavorecidos y la transición de sus economías, o bien les supone unos gravámenes indebidos, o bien les obliga a mantener industrias intolerablemente contaminantes.
O sea, el tema tiene tantos matices, tantos factores, que pretender dejar el debate intelectual a las capacidades de una niña de 16 años es una broma. Tan broma como dejarlo en manos del primo de Rajoy tantas y tantas otras gentes de 30, 40, 50 o yo qué sé qué años, que, a la vista de sus comentarios en las redes, demuestran tener menos conocimiento de multitud de cuestiones ambientales que Greta. Y que una ameba.
Lo que ocurre es que yo creo que, precisamente por tanta ignorancia adulta, es por lo que el revulsivo de una adolescente reclamando atención sobre el medioambiente y el planeta ha resultado algo muy beneficioso. El hecho es que gracias a Greta parece que el mundo, o sea, las gentes que habitamos este planeta, por fin nos hemos puesto a hablar de uno de los temas de mayor envergadura para nuestra especie.
Porque muchos de nosotros llevamos o llevábamos infinidad de años trabajando en el tema. Sí, pero con ridícula repercusión. Así que demos la bienvenida al hecho de que gracias a Greta y su movimiento de adolescentes parece que las masas de sobrevenidos solidarios hayan despertado a la realidad. Ya digo, por ejemplo, entre 2004 y 2008, tuve la fortuna de participar en un equipo de mujeres y hombres involucrados en una política ambiental que quería cambiar el mundo. Como director general de calidad y evaluación ambiental de España y vicepresidente del buró de la Agencia Europea de Medioambiente, en apenas cuatro años y en el área de las emisiones, los residuos, la evaluación del impacto ambiental, etcétera, aprobamos en nuestro país: decretos inexistentes antes para la correcta gestión de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, neumáticos fuera de uso, aceites usados, residuos de construcción y demolición, pilas y baterías. También elaboramos un decreto sobre la gestión ambiental de los suelos contaminados y una importante modificación de la Ley de Envases y Residuos de Envases y el Plan Nacional Integrado de Residuos, que, entre otras cosas, limitaba la incineración. Aprobamos también la obligación de someter a evaluación ambiental estratégica no solo los proyectos de obras sino los planes y programas, un real decreto de energía eólica Marina, la Estrategia Española de Calidad del Aire y una nueva Ley de Calidad del Aire y Protección de la Atmósfera (gracias a la cual ayuntamientos como Madrid, aunque tardaron demasiado en decidirse a ello, pudieron aprobar cuestiones como los protocolos de acceso motorizado privado a la ciudad y el Madrid Central), decretos para la mejora de la calidad del medio ambiente en España en lo relativo a compuestos orgánicos volátiles, prevención y control integrados de la contaminación, techos nacionales de CO2, contaminantes orgánicos persistentes… También se aprobó la Estrategia Española de Medio Ambiente Urbano, normas de edificación sostenible o decretos contra el ruido, control de sustancias químicas, prohibición de transgénicos en la UE, elaboración anual del Perfil Ambiental de España, un informe basado en indicadores que permite de un modo sencillo y amigable tener un rápido conocimiento de la situación y evolución de la calidad ambiental de España. Y en materia de Investigación, Desarrollo e Innovación duplicamos las convocatorias anuales abiertas de I+D+i, incrementando anualmente un 24% el presupuesto alcanzando un total de unos 60 millones de euros.
En fin, como se ve, un importantísimo elenco de medidas concretas que, gracias al impulso político de aquellos cuatro años maravillosos, se pudieron llevar a cabo. Aunque parece que ni entonces ni aun ahora se sepa. Un conjunto de complejas y múltiples actuaciones que dan valor al “hay que hacer algo” de Greta. “Algo” no puede ser un desiderátum indefinido. Hay que pasar de las musas al teatro. Aunque bastante de aquello que hicimos lo cierto y triste es que lo desmontó concienzudamente el gobierno del PP del 2012 en adelante.
Pero no solo reivindico aquí lo que algunos pudimos hacer entonces. Habría que citar aquí a tantísimos científicos, activistas, periodistas… en todo el orbe conocido, que llevan tantos años luchando por un medioambiente acorde a la altura del hombre y que no han visto recompensados sus esfuerzos con el reconocimiento ciudadano y la implicación de tantos. Algo que sí ha conseguido Greta. Pero, repito, Bienvenida sea la evangelización, aunque sea con el mensaje de la simplicidad.
Sí, porque resulta que en los tiempos que vivimos, acciones no tan sofisticadas desde el punto de vista científico, político, intelectual, consiguen infinitamente más repercusión que la actuación de expertos. Pero no por ello debemos arrepentirnos del eco conseguido, sino aprovechar lo que aportan para  engrandecer el mensaje.
Véase otro ámbito como ejemplo: el de la reivindicación de los derechos de las personas con discapacidad. Entre mayo de 2010 y diciembre de 2011, también con un excelente grupo de comprometidos, como director general en política social, pudimos sacar adelante, en tan exiguo margen de tiempo: la Estrategia Española de Cultura para Todos, la Estrategia Española de Apoyo a la discapacidad 2012-2020, la normativa internacional de la ONU y la Ley integral de derechos de las personas con discapacidad y un buen puñado más de proyectos que favorecieron enormemente, perdón por la inmodestia, la vida de esos cuatro millones de personas con discapacidad que viven en España. ¿Tuvo repercusión aquello? ¿Sirvieron aquellas iniciativas para movilizar a la ciudadanía? Muy escasamente, y en todo caso supuso una minucia comparado con las positivas consecuencias ciudadanas de la película “Campeones” que en las menos de dos horas que dura consigue hacer más por las personas con discapacidad que todas las subvenciones, leyes, decretos y estrategias que aprobamos.
Pero, repito, no solo no hay que renunciar o sentirse deprimido por los logros de fenómenos como “Campeones” sino que hay que congratularse por que haya personas como Javier Fesser en el mundo, capaces de poner en marcha cambios en el mundo con su solo talento.
En fin, regreso a Greta, para terminar. Porque además de sus capacidades generales, se ha criticado su edad y cuestiones relativas a su escolarización. Entonces me ha dado por recordar a otro adolescente, también desescolarizado él. Uno que con quince años se escapó de su hogar y, simplificando las vicisitudes sufridas (o disfrutadas), a los dieciséis inició una tempestuosa relación sexual con cierto escritor diez años mayor que él, casado y maltratador, que incluso llegó a pegarle un tiro al propio joven amante, lo que no desalentó a nuestro citado adolescente para seguir una vida “disoluta” de vagabundo, asiduo aficionado al ajenjo y el hachís, y que, con 19 años, dejó escrito: “… que las ciudades se iluminen en la noche. Mi jornada está hecha; dejo Europa. El aire marino quemará mis pulmones; los climas perdidos me curtirán. Nadar, triturar la hierba, cazar, fumar sobre todo; beber licores fuertes como el metal hirviente… Volveré con miembros de hierro, la piel sombría, el ojo furioso: por mi máscara, se me juzgará de una raza fuerte. Tendré oro; será vago y brutal…”.
En fin, mira que puede gustarle a uno Rimbaud, que es el adolescente del que hablo, pero teniendo en cuenta que acabó dedicándose al tráfico de armas y de esclavos, creo que me quedo con Greta, su desvalimiento y su cartel.

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