Reconozco, humilde y humillado, que mi capacidad para
entender ciertos mecanismos de la ordenación de nuestras sociedades capitalistas,
la tengo cada vez más perjudicada.
Un ejemplito rápido. La melatonina. Melatontina en mi caso. Hace
quince años resulta que era un medicamento prohibido en Europa. Malo de la
muerte sería, digo yo. Sin embargo en Argentina o Estados Unidos se vendía sin
receta médica sin más problema, como pipas. Las gentes lo utilizaban para
agarrar el sueño diario o para combatir el jet lag los viajeros trasatlánticos.
Alguno también como elixir de la eterna juventud por su antioxidante virtud.
Tipos hay para todo, ¿quién quiere vivir para siempre con los vecinos que le
han tocado urbi et orbi?
Quien más quien menos, en aquellos tiempos de la europea ley
seca de la melatonina le encargaba a algún amigo, viajero, azafato, piloto,
contrabandista o mero navegante, que trajera un buen puñado de pastillas de las
tsetsé “etsas”. Todos así assai felices.
Años después, la sacrosanta (o sarcosanta, porque a veces da
por el orto que no veas) Unión Europea, de repente decidió que por fin se podía
vender en nuestros lares. Ya no debía ser tan mala de la muerte, digo. Y tanto,
porque, de estar prohibida, pasó, no a que te la pudiera recetar un médico prescripción
sanitaria bien sellada y compulsada mediante, sino a que se puede adquirir con
desparpajo en las farmacias (o en los supermercados, pásmese usté) en las
estanterías de la entrada, junto a las juanolas, los caramelos de menta y las
tiritas.
Bueno, pues ahora resulta que algunos investigadores afirman
que la melatonina es mano de santo contra el malhadado virus este, Covid19… Qué
suerte, con un medicamento que no es medicamento y que se rige por el precio de
tonto el último, como las mascarillas, o sea las más-carillas.
En fin, lo dicho, que no me aclaro. Y que me causa una
cierta intranquilidad la diáspora de opiniones y normas sobre los medicamentos.
Pero será cosa de que yo ya no tengo una edad sino una era. Y que veo tan cerca
el final de todo que aspiro a irme de este valle de lágrimas y colutorios con alguna
mínima certeza, algún nimio conocimiento. El sumun sería si pudiera de paso entender
el porqué de las Diputaciones Provinciales. Pero a tanto ya no aspiro en el
horizonte vital que me corresponde…
(© fotografía
de muyinteresante.es)
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