You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time,
but you cannot fool all the people all the time.
(Abraham Lincoln)

domingo, 31 de mayo de 2020

Digo digno


Parece ya una constante histórica que los movimientos reaccionarios se dediquen a entorpecer con pasión fundamentalista los posibles progresos de los derechos humanos y que luego, pasados los años, entonen el “pío pío que yo no he sido”, en especial cuando acaban por verse en la necesidad de servirse, de aprovecharse de aquellos logros y avances sociales que, en sus inicios, torpedearon. Entonces, con una pirueta de envidiable descaro, desparpajo y donosura se aplican a sí mismos el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual. Que hasta llegas a creerte que lo inventaron ellos.
Ahora, en los años que vienen, nos tocará asistir estupefactos a sus manidas maniobras, en esta ocasión sobre la muerte digna. Ya empezaron hace tres meses, cuando el Congreso aprobó que se tramite una Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia. Eso fue solo el principio. Aunque ya se apuntaron maneras con eméticas referencias de algunos al nazismo y la Solución Final, sofisma sonrojador que olvida que una decisión personal tomada sobre uno mismo nada tiene que ver con el asesinato de un humano sobre otro.
Pero vendrán más embates, cuando los fanáticos quieran imponer sus prejuicios morales en la elección individual más trascendental que imaginar se pueda. Del mismo modo que quisieron meterse en los dormitorios a decidir por nosotros qué es y qué no es amor; en el salón familiar a imponernos como verdad sagrada que la convivencia (conmorencia, más bien) debe durar toda una vida, aunque sea con alguien que puede haberse convertido en nuestra mayor turbación; igual ahora querrán introducirse de rondón en nuestros lechos de muerte dispuestos a imponernos la idea de Novalis de que el dolor constituye un motivo de perfección. Aplíqueselo usted, por nosotros no se corte. Pero a mí déjeme morirme cuando quiera. Porque yo lo veo como dijo Cicerón: “Privado como estoy de los consuelos familiares y de los honores del foro, seguramente si hubiera muerto antes, la muerte me habría sustraído de los males, no de los bienes”.
Hace casi trescientos años, en la Ilustración, algunos de los pensadores más preclaros de la humanidad iniciaron un proceso secularizador que ha sido uno de los movimientos más liberadores del hombre. Cuando se reivindicó que la justicia no es un sirviente de la religión y que es inútil convertir al Estado en una prisión conventual. Momento es ya de dejar al hombre elegir la trascendental hora de su muerte.
Un penúltimo aviso para estos navegantes patrioteros hoy en tan renovada y reforzada, como impostada y falsa, boga. Hago uso de la dialéctica imperante en la servidumbre ideológica del capitalismo omnipresente. Como recuerda Ramón Andrés en su “Semper Dolens” (Acantilado, 2015): “El que ha decidido marchar [suicidarse] deja sus pertenencias a la sociedad, de modo que es más reprochable la actitud del que se aparta de las fronteras, huye de un país y se lleva contigo toda su hacienda”.
Concluyo con un soneto extraído de “Historia de los heterodoxos españoles”, de Marcelino Menéndez Pelayo, autor que es incapaz de privarse de añadir el siguiente comentario (habrá que ver los que nos inundarán cuando se tramite la Ley de la Eutanasia en esta Legislatura). Dice don Marcelino: “… propugnó sin reparos el materialismo… basó la doctrina de la sumisión pasiva en un utilitarismo rastrero y de baja ley que hubiera avergonzado al mismo Bentham… Oscuros poetastros difundían las ideas más antisociales y extravagantes. En el Diario de Sevilla de 10 de noviembre de 1792 se publicó este soneto en loor al suicidio, firmado con las iniciales E.A.D.B.”:

Si la vida es un bien, será la muerte
otro bien concedido a los mortales,
con que sales de penas y de males,
que acabarse no pueden de otra suerte.
Búscala el sabio, la procura el fuerte,
y los pechos más nobles y leales
hallaron su consuelo en los puñales
cuando mejor remedio no se advierte.
Catón se mata, Séneca y Petronio,
por salir de una vida ignominiosa
que ya les debe ser aborrecida.
De sabios nos dejaron testimonio;
porque morir así no fue otra cosa
que acabar con los males de la vida”.

(Imagen: Suicidios, de Leonardo Alenza)

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